India

Final del trekking en Ladakh a 5.000 metros de altura

Nevaba un poco aquella nueva mañana y por el oeste se acercaban unas nubes sospechosas, pero nos seguía acompañando el sol, y con suerte así sería durante este día final del trekking en Ladakh. Nos despedimos de Daniela y Paulo, foto mediante, e iniciamos la marcha.


Kongmaru La: el paso a más altitud del trekking

Superar la primera colina nos permitió ver el pequeño campamento al fondo de la vaguada. Frente a nosotros quedaba un largo tramo en el que la pendiente se aliviaba, pero tras él podíamos contemplar una pala final que, en otras circunstancias, no nos habría causado gran impresión. En cambio, aquí, a 5.000 metros, era motivo para suspirar.



Me adelanté y proseguí a mi ritmo, paso firme tras paso firme, hasta acometer la última pendiente. Bum, bum. Bum, bum. Sonaba el corazón más fuerte que nunca. La cabeza pesaba a veces. Era normal. No me quise detener excepto para mirar atrás y avistar a mis compañeros. Me encontraba fuerte y ansiaba llegar arriba para disfrutar de la satisfacción.



En lo alto del collado, viendo la amplia cordillera a ambos lados, el Himalaya a mi alrededor y lejanas trazas del Karakorum al norte, respiré profundamente, más por felicidad que por llenar los pulmones. Hice una de esas locuras mías, colocando trípode y temporizador y corriendo a duras penas a través de la nieve para sacarme una foto a mí mismo.



Al fin. Todos reunidos. Kongmaru La. 5.287 metros.



El descenso hasta Chokdo, nuestra siguiente meta, fue brutal. Comenzaba por una ladera extremadamente vertical que el sendero marcado en la nieve salvaba haciendo zetas. Abajo, a medida que la nieve dejaba al descubierto la roca púrpura, el camino recorría como podía el estrecho barranco y en ocasiones se unía al río.



Pensar en esta etapa en sentido contrario, opción elegida por mucha gente o la forma más rápida de llegar a Nymaling, hacía que nos dolieran las piernas.


Aldea de Chokdo, última noche del trekking

A pesar de llevar horas avanzando cuesta abajo, estábamos cansados y la expectativa por ver el final hacía que nuestra mente estirara el camino. Chokdo tardó en llegar más de lo que esperábamos, y lo hizo a la luz del atardecer.



Resultaba difícil resguardarse del frío aquella noche, y el matrimonio de la casa en la que nos alojamos nos invitó a pasar las horas previas a la cena en la cocina, alrededor del fuego que calentaba la estancia.



Debíamos tomar una importante decisión de cara al día siguiente: seguir a pie valle abajo, hasta Shang Sumdo, o -ya que la carretera comenzaba en Chokdo- dar por finalizado el trekking y llamar a un taxi para regresar directamente a Leh. Como nos quedaba poco tiempo en Ladakh, decidimos que la segunda opción nos era la más favorecedora.


Foto de Toni Ródenas


Por la mañana, aunque la cobertura allí brillaba por su ausencia, el señor de la casa nos consiguió un taxi tras numerosos intentos. Lo esperamos durante un rato tomando el sol en el jardincito y, misteriosamente, no llegó nunca. Finalmente, probamos suerte echándonos a la carretera y nos topamos con uno que esperaba a sus clientes. ¿Seríamos nosotros? Según él, no… Pero nos acabó llevando igualmente.



Información y comienzo del trekking del Markha Valley


Y así volvimos a la civilización, si es que esa palabra era apropiada para definir a Leh, que se mantenía en la misma quietud que hace una semana… o incluso más. ¿Qué pasaba en Leh para que el pueblo pareciera una ciudad fantasma?

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