Estupa de Boudhanath y templo Pashupatinath, de ruta por Katmandú
Salimos a la polvorienta avenida que marca el margen del barrio mochilero de Thamel. La nube de fina arena levantada por el caótico tráfico hacía que apenas se vieran los vehículos. Sintiendo que nos jugábamos el pellejo, cruzamos rápidamente al otro lado y levantamos la mano en busca de un taxi. Queríamos aprovechar la tarde para realizar una pequeña ruta por Katmandú y visitar de una tacada el templo Pashupatinath y la estupa de Boudhanath, dos de los grandes atractivos de la ciudad.
Pashupatinath, el templo de Shiva en Katmandú
Pashupatinath fue nuestra primera parada, allí es donde nos dejó nuestro transporte. Este templo no sólo debe su fama a ser el más antiguo complejo hinduista de Katmandú o a ser uno de los centros de adoración a Shiva más importantes del mundo, sino también a una característica visual muy destacable: su ubicación y sus escalinatas, a orillas del río Bagmati, «imitan» a los ghats de la India.


Es fácil distinguir el edificio principal, coronado por un tejado de dos pisos, a cuatro aguas, que reluce al sol con su cubierta de oro. Una estructura tradicional de las pagodas en Nepal. Según los registros la construcción del templo se remonta al siglo V, aunque éste sustituyó a un edificio aún más antiguo, quizás del siglo IV a. de C. En su interior guarda un linga, una representación sagrada de Shiva.
Dejando algunos shadus atrás que pedían donativos a cambio de fotos, cruzamos el puente que atraviesa el río Bagmati esperando tener una vista más general del conjunto religioso. Unas escaleras ascendían aquí la colina bajo extensos árboles, guiadas por una línea de estupas sobre las que saltaban y descansaban numerosos monos. Tenemos suficiente experiencia con los macacos como para saber que hay que dejarles su espacio.




Las gradas en este lado del río son un estupendo mirador de cara a todo el complejo de Pashupatinath. Son un concurrido punto entre visitantes y turistas para presenciar acontecimientos que podrían parecer íntimos, como las cremaciones. Al igual que se hace en el Ganges, los familiares traen a los altares de Pashupatinath a sus difuntos para ser cremados frente al río.




Un grupo de personas preparaba el cuerpo de un familiar para la cremación momentos antes de que nosotros abandonáramos el lugar.
Pequeña ruta a pie por Katmandú: de Pashupatinath a Boudhanath
Al salir de Pashupatinath, con la idea de tomar otro taxi, se me ocurrió mirar el mapa y me di cuenta de que la distancia que nos separaba del Boudhanath no era muy grande. Sería un paseo agradable y otra oportunidad para conocer calles de la ciudad menos turísticas.




El ruido y la polvareda de una avenida nos indicó que estábamos cerca de uno de los monumentos más visitados de Katmandú. En este punto, por alguna razón, perdí de vista a Toni y decidí que sería más fácil seguir hasta el Boudhanath que buscarlo entre la multitud. Así que me introduje en uno de los estrechos callejones que conducen a la estupa y enseguida divisé su cúspide dorada.
La estupa Boudhanath de Katmandú
Aquí me reencontré con Toni, que había tomado la misma decisión que yo al no verme. Como indicaban los ropajes y el comportamiento de la gente -y también sus rasgos- habíamos pasado súbitamente del Hinduismo al Budismo.
Esta estupa de base esférica que simula un mandala, una de las más grandes del mundo, es un lugar sagrado para los budistas y ha generado a su alrededor un influjo de inmigración tibetana, no sólo desde la invasión china (aunque especialmente desde entonces) sino desde hace siglos por ser éste uno de los tramos de la ruta comercial a Tíbet.
Es fácil verse arrastrado por el gentío que recorre la circunferencia en el sentido de las agujas del reloj. Algunos hacen girar las ruedas de plegaria, y los que no somos devotos estamos más encandilados por la atmósfera y la belleza de la estupa que por su significado espiritual en sí.
No es igual de fácil apartar la mirada de los ojos de Buda que vigilan desde las alturas en las cuatro direcciones, y de las innumerables banderas de oración que bailan de un lado a otro agitadas por la brisa. El lugar, con religión o sin ella, parece que calma el alma.
Una pequeña puerta en su lado norte permite acceder a los niveles centrales de la estupa, que simulan cada estadio del proceso de iluminación hacia el nirvana.


Rodeamos la estupa y salimos por el mismo lugar, y nos topamos de frente con el Tamchen Gompa, cuyo interior nos invitaron a explorar sus puertas abiertas. Éste nos recibió con la penumbra como única resistencia, ya que locales y monjes recorrían sus estancias decoradas con coloridos murales como si fuéramos iguales.
En el piso superior, el amplio balcón regalaba vistas sobre la plaza y el Boudhanath, y a su lado, una oscura habitación guardaba una gigantesca rueda de oración que un anciano lograba mover a duras penas.


Un excelente mirador sobre el Boudhanath
Yo llevaba rato fijándome en las numerosas azoteas que asomaban a la plaza desde los edificios que la delimitaban. La mayoría serían cafés o restaurantes que debían ofrecer fantásticas vistas de la estupa y su entorno. Así que subimos a una, y fue una gran idea.
Mientras tomábamos algo y observábamos la estupa Boudhanath desde nuestra posición privilegiada, el día fue terminando y con la incipiente oscuridad el monumento se iluminó y nos ofreció su otra cara espectacular.
Los ojos de Buda seguían vigilando en la noche, podíamos volver a «casa» tranquilos.
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