Visita a Swayambhunath, el templo de los monos, a pie desde Thamel
Visitar Swayambhunath, el templo de los monos, era una de las cosas que sabía que debía hacer durante mi estancia en Katmandú, y decidí que conocía suficientemente la zona de Thamel y sus alrededores como para aventurarme a pie y disfrutar andando del trayecto hasta la estupa.
Por muy laberíntica que pueda resultar Thamel el camino es sencillo: hay que ir hacia el Oeste. Desde ciertas calles de este barrio es posible incluso ver la estupa sobre la colina, que tampoco se encuentra tan lejos como parece, a escasos 2,5 kilómetros.
Tras dejar atrás la intensidad de Thamel, se cruza el «río» Bishnumati. Lo entrecomillo porque los pobres ríos de Katmandú son más bien cloacas. El olor fétido y las aguas negras, además de todos los residuos plásticos acumulados, dan auténtica lástima. Yo crucé por el puente de hierro peatonal de Shovabhagawat.


Desde aquí hasta la Swayambhunath las calles son más tranquilas y por ellas vamos cogiendo algo de altura hasta posicionarnos sobre la mayoría de azoteas de la ciudad.
Swayambhunath, el templo de los monos
Pero el desnivel no muestra su dimensión hasta que estamos en la base de la colina y contemplamos los 365 escalones a los que nos tenemos que enfrentar.
El nombre turístico de este lugar es el de «templo de los monos» por una obvia razón: es el hogar de multitud de monos nada amigables. Durante la subida y la bajada puede tentarnos el ayudarnos de las barandillas, pero cuidado, éstas son la principal vía de transporte de los malhumorados macacos.
La colina está cubierta por un frondoso bosque de árboles amplios y variados que arrojan una necesaria sombra sobre los visitantes.
Justo antes de llegar a la estupa, en un lateral de las escaleras, encontramos la taquilla donde abonar la entrada al complejo.
Reconocida por la UNESCO en 1979 como Patrimonio de la Humanidad, para los budistas ha sido un monumento especial desde su construcción en torno al siglo V, y para algunos de ellos es incluso el lugar más sagrado de todos.




Por encima de la cúpula blanca, los ojos de Buda pintados sobre la estructura dorada miran en las cuatro direcciones y están coronados por un pináculo de trece niveles del que cuelgan hileras de banderas de oración aleteando al viento.


El sitio transmite tranquilidad -y espiritualidad para quien crea- y, aunque ya había dado varias vueltas a la estupa y sacado todas las fotos habidas y por haber, sentí la necesidad de quedarme un poco más. Subí a la terraza de uno de los restaurantes colindantes y pedí algo de beber mientras me relajaba al sol.


Swayambhunath no sólo es una estupa preciosa sino que presume de su belleza en un lugar privilegiado, con todo Katmandú a sus pies. Maraña de ladrillo y cemento en la que debía volver a sumergirme.
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