Mis conclusiones de Singapur. ¿Merece la pena?
Tras más de una semana en Singapur los días comenzaban a pesar. La estancia en casa de los tíos de Neda había sido fantástica, pero las nuevas experiencias por la ciudad se agotaban y yo comenzaba a sentirme un parásito. Malasia llamaba a mi puerta. Si te preguntas si Singapur merece la pena, esta es mi opinión.
Sabía que Singapur iba a sorprenderme, porque les había pasado a todos con los que me había cruzado y conocían la ciudad. «Vas a alucinar» me decía alguno. No lo dudaba. Pero sí tenía más dudas sobre si sería un lugar en el que me sentiría a gusto, al fin y al cabo era una mega-ciudad, y yo no me llevo bien con las ciudades. Pero había conocido excepciones en Asia: Bangkok, Kuala Lumpur… urbes en las que había conseguido encajar.


Me habían hablado mucho de la modernidad rompedora y de la obsesión por el orden y la limpieza de Singapur, pero nadie me había hablado de la tranquilidad, de la accesibilidad, y del verde. Me encontré con una pequeña Europa en medio de la a menudo caótica Asia. Una ciudad-estado con reglas de tráfico, aire relativamente limpio, espacios amplios, poca gente, transporte público de primera… y parques, muchos parques.
Singapur se me desvelaba no sólo como un lugar de gran interés turístico sino como una metrópolis en la que yo podría llegar a vivir. Y perdonadme, quizás éste sea un comentario ingenuo porque no conozco los salarios, los derechos laborales, la sanidad… Es cierto que los precios están por las nubes en Singapur, pero hasta donde yo pude ver la calidad de vida se corresponde con ellos.
Me tenía en sus redes desde que vi que se puede desconectar del asfalto en sus innumerables zonas verdes. Para mi sorpresa, descubrí que Singapur no es una capital monstruosa que se expande agresivamente a golpe de ruido y polución, sino que se asienta en la sostenibilidad para avanzar hacia el futuro como una ciudad responsable y amable con sus habitantes (y visitantes).
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Singapur brilla en el mundo por sus sinuosos edificios de cristal, pero tras esa fachada tiene un alma que ofrece lo mejor de su historia y multiculturalidad, arte y ciencia, y ocio. Y todo ello dota de una vitalidad especial a una ciudad que es injustamente famosa sólo por su arquitectura. Hay mucho más.
Durante una de las incontables veces que me acerqué a Marina Bay a caminar, me senté al borde del paseo y contemplé la panorámica de agua y edificios que se extendía frente a mí. Aquí la humedad asfixiante del resto de la ciudad era aliviada por la brisa que venía del mar. Y me dije a mí mismo «Podría quedarme aquí». En pocos lugares del mundo he tenido ese pensamiento, muy pocos.
No lo voy a negar, el paso a Malasia me producía una sensación de pereza. Después de tres meses moviéndome sin parar comenzaba a notar el cansancio mental del viaje. Pero decidí tomármelo con calma y no agobiarme. Me sumergiría en Malasia sin expectativas, sin ambiciones. Lo que tenía claro es que Singapur había llegado a su fin, y también las semanas de viaje compartido con mi amiga Neda.
¿Que si Singapur merece la pena? Habrá que dejar a un lado el desenfreno económico que nos enamora del Sudeste Asiático, pero claro que sí.
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