Tortugas y atardeceres increíbles en Gili Air
Cuando me desperté Brenda y Unai ya se habían ido. Ella hacia Bali para coger un vuelo a Sulawesi. Él a Lombok. Me quedé mirando el techo de caña y bambú a través de la mosquitera. Era una sensación nueva, el no tener que consultar con alguien los planes del día. Aunque en Gili no hay mucho lugar para los planes. Te levantas, desayunas, te acercas a las playas… y dejas que el día te asombre. ¡Me apetecía ver tortugas!
Lo primero que hice fue moverme de habitación, y cambiar mi cama doble (que iba a ser ocupada) por la cama individual que había dejado Brenda esa mañana. Después pedí mi desayuno y subí a la «zona chill out» a tomarlo con tranquilidad.
Una de las cosas que aprovecharía para hacer hoy sería sacar todas las fotos que en los anteriores días no había sacado. En Gili me había movido únicamente con la GoPro, pero hoy sería diferente. ¡A quemar la reflex!
Aproveché también, ya que pasaba por el embarcadero, para comprar mi billete de mañana a Lombok, con transporte a Senggigi incluido.
Fue aquí, por cierto, donde una de las anteriores noches nos encontramos con la pareja de holandeses que estaba alojada en el mismo hostal de Yogyakarta que nosotros, y con los que compartimos la excursión a Borobudur. Y por asombroso que parezca, me los volvería a encontrar en el futuro.
Me voy a ver tortugas en Gili Air
Hechos los preparativos mañaneros, cogí mi equipo de snorkeling y puse rumbo hacia la zona que os recomendé para bucear. Y pensaréis «Si te la sabrás de memoria». Sí, tenéis razón, había pasado tantas horas allí que me sabía de memoria el mapa coralino. Pero aún tenía un asunto pendiente: reencontrarme con mis amigas las tortugas… ¡y grabarlas!
Andar era bastante incómodo con el corte en el dedo gordo. Cojeaba, y recorrer cualquier distancia me costaba el triple de lo normal. Pero intenté tomarmelo con calma…
Tras pasar a alquilar mis aletas como venía haciendo los anteriores días, llegó la hora de meterse en el agua y esperar a las tortugas. Me llevó tiempo encontrarlas. Hay que tener paciencia y moverse mucho. Llegado un momento pensé que ese día no las vería, pero cuando menos lo esperaba…
Y con tortugas o sin ellas, estos mares son espectaculares…
Al fin tenía las imágenes y, por supuesto, la magnífica experiencia en mi recuerdo. Muchas horas llevaba ya dentro de aquellas aguas y no me había cansado, pero había sido suficiente. Ahora tocaba el relax fuera de ellas. Y poco a poco el día iría cayendo, y el paisaje me regalaría nuevos tonos, brisas y escenarios.
Dando la vuelta a la isla en busca del atardecer
Decidí dar la vuelta completa a la isla y ya de paso cumplir con mi otra experiencia pendiente en Gili Air: el atardecer. Había oído hablar mucho de los atardeceres que se pueden disfrutar desde las playas occidentales de estas islas, y ese último día no dejaría pasar la oportunidad. Lo único malo de mi paseo, como he dicho antes, era mi cojera y el dolor en el pie.


En el Norte descubrí este tranquilo campo de palmeras custodiado por vacas y terneros pastando. Por él se abría un sendero hacia el interior de la isla que me sentí tentado de seguir.
Y llegó el espectáculo. Tuve la suerte de que en esta época del año el sol se pone justo por detrás del volcán Agung de Bali, y esto hace que su gigante figura destaque en el horizonte y proyecte una sombra que inunda el cielo. Delante de él se pueden ver las siluetas de Gili Meno (la más cercana) y Gili Trawangan (la de la antena).
Los viajeros apostados en los pocos chiringuitos que hay en este lado de la isla se limitaban a mirar en silencio. Era, sin duda, una estampa demasiado bonita como para estropearla hablando. Yo no podía parar de hacer fotografías. Y me senté en la arena a esperar que la maravilla de colores acabara, pero yo no quería que acabase.


Cené tumbado en uno de los pufs del cine de The Beach Club mientras veíamos Tomorrowland. Cine y viajar, todo junto. ¿Qué más podía pedir para despedirme de Gili Air? Quizás una foto nocturna de las estrellas sobre el embarcadero.
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