Kuala Lumpur 2015: 5 días en la capital malaya
Antes de volver a Europa de nuestro viaje a Indonesia, nos detuvimos 5 días en Kuala Lumpur, la capital de Malasia.
ÍNDICE
1. Noche en el aeropuerto
2. Llegada al centro
3. Nuestro alojamiento
4. Malls: Pavilion, Berjaya y Low Yat
5. Torres Petronas y SkyBar
6. Menara KL Tower
7. Cenar en Kuala Lumpur
8. Nu Sentral mall. Al cine
9. KLCC y Petrosains
10. Batu Caves
11. Volvemos a casa
Nuestro avión desde Jakarta llegó a KLIA2 (terminal doméstica de Kuala Lumpur) a eso de las 12 de la noche. La pregunta era: ¿buscarnos la manera de llegar a la ciudad ahora o esperar a que amanezca? Decidimos que pasaríamos la noche en el aeropuerto. No sabíamos dónde, pero encontraríamos un hueco.
Cenamos en el Burger King y desgraciadamente todos sus sofás y bancos acolchados estaban ocupados por gente en la misma situación que nosotros. Los suelos de esa planta estaban moquetados, así que pretendimos tumbarnos en una esquina pero un guardia de seguridad vio nuestras intenciones y vino a decirnos que estaba prohibido antes siquiera de que soltáramos las mochilas.
Al final acabamos entre el edificio de tránsito y la terminal de embarque, en una zona cubierta pero abierta al exterior. Unai se tumbó en el suelo como pudo, metido en su saco, y yo me acomodé a duras penas en los horribles bancos de metal. Me agencié un porta-maletas para dejar mi mochila y estirar los pies, y aunque parezca mentira, conseguí dormir varias horas.
Al despertarme ya parecía haber amanecido, pero me equivoqué al esperar los rayos de sol. Un humo denso y gris inundaba las pistas del aeropuerto. Era humo forestal de Sumatra. Un acontecimiento del que os hablaré dentro de poco en un artículo específico.
Como os conté en este artículo sobre los transportes en KL, utilizaríamos el KLIA Ekpress para llegar hasta el centro. Todo está perfectamente señalizado así que no tendréis problema. La estación se encuentra en el subterráneo de la terminal y el ticket lo pagas antes de bajar a ella, en unas taquillas moradas.
Llegada al centro de Kuala Lumpur
Tras una breve parada en el KLIA (terminal internacional) y unos 30 minutos de viaje, estábamos en el centro de la ciudad, concretamente en la estación/centro comercial KL Sentral, del que también os informo aquí. Dejándonos llevar por un mapa, dedujimos que era posible llegar a pie hasta nuestro hostal cerca de Chinatown (reservado el día anterior a través de Booking), pero tres jóvenes majísimas nos quitaron la idea de la cabeza y nos guiaron hasta el monorraíl.
Era cierto, muchas zonas de Kuala Lumpur no son idóneas para un peatón cargado con mochila, con aquel calor, y con el humo forestal asfixiando la ciudad… El monorraíl era barato, fresquito, y llegaríamos enseguida. Las tres chicas, sonrientes, vestidas con su Hiyab, con perfecto inglés… estuvieron encantadas de ayudarnos, de darnos algún que otro consejo, y nos transmitieron la primera buena sensación de Malasia.
No había que salir de KL Sentral para entrar al monorraíl. En unos cajeros electrónicos seleccionabas el destino, pagabas, te escupía tu ficha y pasabas ésta por un detector electrónico para acceder al andén. Al salir introducías tu ficha por una ranura y ahí se quedaba.
Nuestro alojamiento
Maharajalela es la estación correcta si vuestro destino es Chinatown o sus alrededores. Nuestro hostal, Natalie Guesthouse, se encontraba poco antes de llegar al barrio chino. Nos costó algo encontrarlo, pero fue por un despiste mío. El hostal está regentado por una mujer muy simpática y muy dispuesta a ayudar. Las habitaciones son pequeñas y sus paredes no son muy gruesas, pero el lugar es tranquilo y cuenta con WiFi. Tiene una pequeña salita al fondo con balcón y jardincito, y justo al lado un par de baños comunitarios con ducha incluida. No le falta nada que un mochilero pueda echar de menos.
Natalie Guesthouse: 180 Ringgits habitación de dos personas por 4 noches
Normalmente los viajeros dejan sus chanclas junto a los baños. Yo hice lo mismo, claro, y varias de las veces que fui a ponérmelas no las encontré. «No me lo puedo creer, la cadena de chancletas ha llegado hasta aquí» pensé. Pero estaban muy cerca. Un trabajador indio que andaba haciendo una reforma junto al saloncito, las estaba utilizando para andar sobre una enorme masa de cemento húmedo. Me quedé alucinado. Le comenté que eran mías. Se sonrojó y me pidió disculpas. Yo, por supuesto, le contesté con una sonrisa y le dije que las utilizara tranquilo y que las limpiara cuando acabara. ¡Acabamos riéndonos todos!
Por cierto, junto al hostal hay un restaurante local, muy pequeñito y algo escondido, pero muy acogedor. Se encuentra en la misma fachada que Natalie Guesthouse, uno o dos número calle abajo. No recuerdo el nombre. Creo que era algo como «___ Cafe».

Malls: Pavilion, Berjaya y Low Yat
En varias ocasiones hicimos uso del GOKL, el autobús gratuito del que os hablo aquí. Su línea morada parte de la calle paralela a Chinatown y recorre el centro hasta más allá de las Torres Petronas. No fuimos tan lejos, nos solíamos quedar a medio camino. Lo primero que hicimos fue explorar algunos de los centros comerciales y ver si encontraba un recambio para el cargador de mi cámara, que se estropeó en Borneo. Al final, por cierto, encontré un recambio en un «establecimiento Canon» chino recomendado por nuestra huésped. Me atendió el gerente, un señor majísimo.
Nos bajamos a la altura del Pavilion y exploramos algún otro mall un poco más «local», donde también aprovecharíamos para probar la rica comida malaya. Pero el que verdaderamente nos impresionó fue el enorme Pavilion. A lo largo de estos días pasamos varias veces por aquí. Los precios de las tiendas de marca más conocidas no están mejor que en Europa, pero hay tantas cosas que simplemente mirar ya merece la pena. ¡Incluso hay una tienda de superhéroes! Le echamos el ojo a varias cosas en la tienda de The North Face y poco después volvimos a por ellas (aaaggg consumismooooo!!). Yo: una bonita camisa a cuadros.
Ya que hablamos de centros comerciales, durante nuestra estancia también visitamos el Berjaya Times Square o Imbi, y el Low Yat Plaza. Este último está repleto de tecnología, toda la que te puedas imaginar, y a precios bastante buenos que a veces puedes regatear. Aquí se compró Unai la cámara Canon que utilizo yo. Está algo oculto tras los edificios de las calles principales, pero se encuentra pegado a Bukit Bintang, junto a un edificio con un enorme letrero en su fachada en el que pone «BB».
El Imbi es muchísimo más grande, y a parte de un establecimiento Nikon y alguna otra marca importante como McDonalds, todo son tiendas regentadas por locales, vendiendo productos locales, ropa en su mayor parte. Tiene una cantidad de pisos que asusta y los productos se repiten constantemente, pero merece la pena visitarlo. Quizás lo que más llama la atención del Berjaya sea su parque temático cubierto, que incluye una impresionante montaña rusa. Estuvimos a punto de entrar, pero algunas atracciones estaban cerradas y el precio no es barato.
Torres Petronas y SkyBar
La primera noche ya hice uso de mi nueva camisa porque nos acercamos a las Torres Petronas y después quisimos subir a un sky bar cercano a ellas para ver la ciudad desde las alturas. Como a estos sitios normalmente hay que ir arreglado, la camisa me vino de perlas.
La visión de las Torres fue espectacular. Por la noche parte del humo forestal se despejaba (algún que otro chaparrón ayudó) y las dos gigantes estructuras iluminadas nos dejaron embobados. Por algo el lugar estaba lleno de turistas y había que pelear el sitio para las mejores fotos.
Intentamos acceder a un hotel (justo enfrente de las Petronas) en cuya azotea sabíamos que había un sky bar, pero no nos dejaron pasar. Al parecer había que ir de etiqueta. Eso sí, muy amablemente nos dijeron que no éramos aptos y que debíamos buscar el SkyBar de los pobres. Vale… no dijeron eso… pero lo interpreté así.
Fuimos en busca de ese SkyBar y tropezamos con una gran multitud en el parque contiguo a las Torres. Allí se estaba ofreciendo un espectáculo de música y luces en su enorme fuente. Curioso de ver.
Reserva tu entrada a las Torres Petronas aquí
A un lado del edificio, nos topamos con una mujer a bordo de una especie de carrito de golf y le preguntamos dónde se encontraba el dichoso SkyBar. «¡Yo soy del SkyBar! Recojo aquí a la gente para llevarles» ¡Anda! Qué casualidad. Nos subimos en el cochecito y ella muy contenta nos llevó hasta la base de un rascacielos en cuya fachada ponía un enorme «SKYBAR». Genial…
Me sentí muy desubicado. El edificio era un hotel de lujo. Entramos y yo imaginé que en cualquier momento alguien nos iba a detener… ¡pero no ocurrió! Todos nos saludaban cortésmente. Entramos en el ascensor, pulsamos la planta 50 y pico (ya no recuerdo cuál, pero la más alta), y aparecimos ante unas puertas de cristal, con una amable chica que las abrió para nosotros y un segurata de 2 metros que nos pasó sin ganas un detector de metales. «Bienvenidos, señores. Hoy es el día de la cerveza gratis». La chica abrió una nevera y nos dio una cerveza a cada uno. No me lo podía creer. Era una trampa. Cerveza gratis, un restaurante con piscina espectacular, y unas vistas hacia las Petronas que me dejaron con la boca abierta. ¡No podía ser tan perfecto!
A este SkyBar volvimos una noche más. Y aunque ya no había cerveza gratis, pudimos hacer las fotos necesarias para poder mostraros lo chulo (y selecto) que es el lugar. Subid aquí sin falta, no es necesario que consumáis nada, simplemente por las vistas ya merece la pena. Yo, aún así, sí me pedí una cerveza. La cerveza más cara de mi vida (8 eurazos), pero ¡qué demonios! es una vez en la vida.
Menara KL Tower
Los días se desarrollaban sin mucha planificación. Por regla general, nos levantábamos, desayunábamos algo por Chinatown (sopas de fideos con pollo o una especie de bollos de cacahuete riquísimos) y después cogíamos o bien el GOKL o el monorraíl para dar una vuelta por la ciudad.
Utilizamos el primero para ir hasta la KL Tower una de las mañanas. Es la torre de telecomunicaciones de la ciudad, también llamada Menara, y mide 421 metros de altura. Es muy visitada por los turistas porque se puede subir hasta su observatorio. El día que nosotros fuimos estaban en plena competición internacional de Salto Base. Los saltadores se arrojaban al vacío desde una plataforma y el cielo se llenaba de paracaídas que descendían lentamente. Muy chulo de ver.
Desafortunadamente, cuando vimos el precio y tuvimos en cuenta la posibilidad de no ver gran cosa debido al humo forestal, decidimos no subir. Cuando volvamos a Kuala Lumpur y el aire esté limpio no lo dejaremos pasar. ¿Cuánto cuesta subir a la KL Tower pues?
– Observatorio KL Tower: 52 Ringgits
– Plataforma abierta (sales a la fachada con arneses): 105 Ringgits
Junto a esta torre hay una «reserva forestal» con puentes colgantes que pasan entre los árboles que, según dicen, es bastante curiosa de ver. Nosotros no lo visitamos, pero podéis tenerlo en cuenta.
[Actualización 06/2017]: Ya he tenido la oportunidad de subir a la Menara KL y de visitar Bukit Nanas, puedes leerlo pinchando aquí.
Cenar por la ciudad
Tanto para comer como para cenar la ciudad ofrece un sinfín de posibilidades. Es muy famosa la zona de Little India, sobre todo para viajeros que hayan pasado por ese país y quieran saborear la nostalgia, y también los establecimientos chinos esparcidos por el centro pero -por supuesto- concentrados sobre todo en Chinatown.
Pero no te limites a estos barrios. Una de las noches que íbamos camino de las Petronas, decidimos parar en Bukit Bintang para ver qué se cocía por las calles más céntricas de la ciudad a esas horas. Nos sorprendió encontrar calles peatonales llenas de vida, luces, olores, puestos de comida… y mesas distribuidas a lo ancho y largo de la calle repletas de comensales. ¡En pleno centro! Explora las cartas, busca algo que te interese, siéntate en una mesa y espera a que te atiendan.
La multiculturalidad de la ciudad, donde se mezclan indios, malayos y chinos, se ve reflejada en su gastronomía. Tienes para elegir y, si estás dispuesto, te pasarás los días probando cosas nuevas.
Si, en cambio, eres un viajero de estómago tímido, no te preocupes, porque también encontrarás grandes establecimientos de comida occidental. E incluso los restaurantes más locales tendrán platos que te resulten familiares como perritos calientes o hamburguesas.
Nu Sentral mall. Al cine
Hay vida más allá del Pavilion. El centro comercial adjunto a la estación KL Sentral también es puntero, el Nu Sentral. En las plantas bajas e intermedias encontrarás una cantidad enorme de marcas conocidas, y en las superiores una oferta interesante de restaurantes y establecimientos de comida rápida. Arriba del todo se encuentran los cines. Yo tenía mono de cine y presioné a Unai para ir una tarde, pero él estuvo encantado, así que no me costó mucho. Aprovechamos para ver Everest, en versión original por supuesto, subtitulada en chino y malayo, toda una experiencia.
La verdad es que cosas como ésta, la de ir al cine, vienen muy bien en una época en la que la ciudad está al final de su época seca, con aquel calor, y con el asfixiante humo recorriendo la ciudad. Si necesitas aire acondicionado durante un par de horas, pero al mismo tiempo te sientes culpable por dar vueltas y vueltas en un centro comercial, ir a ver una película puede que sea una solución.
Hay varios cines repartidos por los centros comerciales de la ciudad, pero nosotros vinimos a éste porque quedaba cerca de «casa».
Película en Golden Screen Cinemas (Nu Sentral): 14,50 Ringgits
KLCC mall. Bajo las Petronas
La mañana que fuimos a las Petronas para subir a su skybridge (el puente que hay entre las dos torres) también nos acabamos rajando. Con aquel humo por todas partes apenas se iba a ver nada, entonces ¿para qué? Sí que alucinamos con su enorme hall, y aprovechamos para hacer las mismas fotos que la otra noche, pero ahora de día.
También nos dimos una vuelta y comimos en el complejo del KLCC. Este centro comercial, justo debajo de los edificios, es también muy moderno y a parte de las tiendas cuenta con varios lugares de interés. Por ejemplo, el museo de la ciencia que tuvimos la oportunidad de visitar, Petrosains. Además, esos días había incluida en la entrada una exposición de ilusiones ópticas y juegos mentales que resultó ser breve pero muy curiosa. El museo de la ciencia tiene también elementos interesantes y creo que merece la pena pasarse por él, pero es, en realidad, una tapadera para enseñar lo magnífica que es la industria petrolera y, sobre todo, la labor energética y medioambientalista (JA JA JA JA JA) de Petronas, la empresa petrolera de Malasia.
Además de esto, en las plantas subterráneas se haya el Aquaria KLCC. Uno de esos aquariums con pasillos hechos de cristal para observar a las criaturas marinas rodeándote.
Batu Caves
Tampoco pudo faltar la visita a las Batu Caves, así que por unas horas abandonamos el centro urbano y nos subimos en KL Sentral al tren de la línea roja KTM Commuter con destino Batu Caves. Quizás fuimos demasiado tarde y el lugar estaba algo abarrotado, pero no hasta el punto de ser pesado (menos mal que no era temporada alta). Las atracciones de este lugar son las formaciones kársticas que conforman la montaña, las cuevas que hay dentro de ella, los monumentales edificios, esculturas y ornamentos hindúes que decoran la zona, y la hostil convivencia con los monos por la que tienen que pasar los visitantes. Cuidado con ellos.
Las escaleras impresionan y son dignas de una buena sudada. Quizás arriba algún puesto que otro de souvenirs le quita el encanto al lugar, pero nadie podrá decir que las cuevas no merecen una visita.
Si tenéis suerte y andáis por aquí entre enero y febrero, quizás podáis presenciar la celebración hindú del Taipu San.
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Volvemos a casa
El quinto día, antes de que anocheciera, nos despedimos de nuestra amable huésped y cogimos nuestro último monorraíl (hablando del monorraíl, tened paciencia para salir del vagón, porque aquí lo de entrar DESPUÉS de que haya salido la gente no lo entienden). Tras cinco semanas de viaje ya teníamos el chip puesto en Europa, en Bilbao, pero creo que hasta ese preciso momento supimos disfrutar de esta última etapa, de estas jornadas en Kuala Lumpur. Llegué a KL esperando una mera transición antes de volver a casa y descubrí un lugar con mucha personalidad y encanto, que se merecía esta visita por sí sola. Y sin duda volveré.
El KLIA Ekpress nos llevó hasta la terminal internacional, un precioso edifico enorme en el que no sentimos las prisas de un aeropuerto. Nuestra cena ese día, antes de coger el tren hacia las puertas de embarque, fue en el McDonalds. Comida fácil y rápida antes de un largo viaje hasta París. Malasia nos trató muy bien. Habrá que volver pronto a saborearla mejor.
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Kuala Lumpur me encantó. Su modernidad y accesibilidad. Su comodidad. Sus precios irrisorios. Su variedad cultural. Fue una verdadera lástima que la ciudad estuviera inundada por el humo. Un humo que ni debaja ver el cielo, ni dejaba contemplar el paisaje urbano, y a veces incluso impedía respirar. Este humo de la tragedia medioambiental en Sumatra transmitía agobio y calor, y no nos dejó disfrutar de los atractivos de Kuala Lumpur al 100%. Pero aun así, es una ciudad que se deja querer, y supongo que tengo una razón para volver y disfrutarla sin excusas.
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