Jerusalén: la Explanada de las Mezquitas y la Cúpula de la Roca
Cuando el rey David luchaba por unificar su reino de Israel, escogió como capital una pequeña aldea a medio camino entre el Mediterráneo y el río Jordan llamada Sión. Aquí, en lo alto de un monte, se hallaba una roca. Una roca sobre la que, según la Biblia, Abraham pretendió perpetrar el sacrificio de su hijo Isaac. Si la leyenda bíblica inspiró esta decisión estratégica o la decisión de David dio lugar a esta leyenda bíblica, se desconoce. De hecho, en esta historia es difícil discernir entre hechos y leyendas.
El caso es que Sión pasó a ser Jerusalén, y allí, junto a aquella roca que ahora se consideraba sagrada, David edificó un santuario. Años después, en ese mismo lugar, su hijo el rey Salomón ordenó que se construyera el Primer Templo de Jerusalén. Este templo, asentado sobre una enorme plataforma que lo convirtió en la mayor obra arquitectónica de su tiempo, albergó el Arca de la Alianza y perduró a duras penas entre invasiones y cambios de gobierno hasta que los romanos lo destruyeron por última vez. De él sólo quedó la explanada y los muros que la contenían, entre los cuales uno, el Muro Occidental o Muro de las Lamentaciones, ha llegado casi intacto hasta la actualidad.
Jerusalén para el Islam
De la leyenda de Abraham no solamente surgió el Cristianismo, o el Judaísmo… también el Islam. De ahí que las tres sean «religiones abrahámicas». La roca, que para el Islam también era sagrada por el intento de sacrificio (aunque de Ismael, en lugar de Isaac), se volvió doblemente venerada cuando, cuenta el Corán, Mahoma ascendió desde ella hacia los cielos.
Bajo el gobierno de los imperios musulmanes, este «Monte del Templo» fue el lugar de construcción de la mezquita Al-Aqsa y de la Cúpula de la Roca. Jerusalén, y más concretamente la Explanada de las Mezquitas, se convertía entonces en el tercer lugar más sagrado del mundo para el Islam, tras La Meca y Medina. Tres religiones compartiendo su obsesión religiosa por un altar de roca. Obsesión que desembocaría en guerras y sangre hasta nuestros días.
Cómo visitar la Explanada de las Mezquitas y la Cúpula de la Roca
La primera vez que nos acercamos a la Explanada de las Mezquitas fue a través del zoco que conduce a su entrada principal. Pasamos junto a un grupo de militares que, apoyados sobre una esquina de la calle, observaban con gesto impertérrito a la cantidad ingente de musulmanes que fluían en dirección opuesta a nosotros. Nos vieron. No nos dijeron nada.
Nos abrimos camino entre la multitud, no sin percatarnos de que no sólo éramos los únicos extranjeros sino también los únicos que caminaban en dirección a la Explanada. Llegamos a la puerta, ante unas escaleras ascendentes por las que seguían discurriendo centenares de personas, y un destacamento de militares se nos puso en medio. «No podéis acceder» «Sólo musulmanes». Fueron amables cuando les preguntamos cómo podía un turista acceder a la Explanada.
Acceder a la Explanada de las Mezquitas / Monte del Templo
De domingo a jueves
De 7:00 a 10:30 y de 12:30 a 13:30
Entrada junto al Muro de las Lamentaciones
Un mar de miles de musulmanes salía de la Ciudad Vieja de Jerusalén tras el tradicional rezo en la Explanada de las Mezquitas. No tuvimos otra opción que ser parte de esa multitud hasta que atravesamos las murallas.


Visita a la Explanada de las Mezquitas
Nos tocó esperar al domingo y levantarnos muy temprano para llegar al acceso a las 7 de la mañana. A pesar del madrugón, encontramos una extensa cola de visitantes. El tránsito por la pasarela que conducía a la Explanada resultaba lento a cuenta del control y el detector de metales, pero con paciencia no fue tedioso.
Sobrepasamos entonces el Muro Occidental y llegamos a una superficie repleta de jardines y árboles altos. El primer edificio que divisamos fue Al-Aqsa, la mezquita del siglo VIII que al parecer fue construida sobre las ruinas del Templo de Salomón. Frente a ella, unas escaleras conducían, a través de uno de los Al-Mawazin, hacia un brillante domo dorado: la Cúpula de la Roca, que guarda en su interior la antes mencionada Roca Fundacional.


Este edificio, construido durante el siglo VII, ve pasar a día de hoy a personas de todas las doctrinas religiosas que, en un día cualquiera como el de nuestra visita, parecen hacerlo en un perpetuo estado de paz. Por desgracia esta cúpula dorada es testigo casi todos los años de disturbios y enfrentamientos entre judíos y musulmanes.


Desde que un libro sagrado contara una versión y otro libro sagrado contara otra distinta, el lugar sobre el que caminábamos hoy era el origen de miles de años de discordia.
Si se pasa de puntillas por Jerusalén parecerá que se ha alcanzado la armonía utópica entre credos y fes, pero mirando con más detenimiento uno puede distinguir señales que indican lo contrario. Ahondando en el alma de Israel se aprecia que la concordia aún no ha llegado al Reino de los Cielos, y no tiene pinta de que esté cerca.
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