¡Aloha Bohol! Una nueva isla y una vieja amistad
La última vez amaneciendo sobre la deslumbrante costa de Siquijor. La última vez disfrutando del copioso desayuno de Casa Miranda. La última vez captando la atención del gatete de la familia. Mi amiga Neda ya había partido de la casa de su familia en Batangas y llegaría a Bohol en unas cuantas horas, así que yo debía partir de Siquijor a Panglao para encontrarme con ella.
Cuando el día anterior había pasado por Larena con Mireya y Alba, había aprovechado para comprar el billete de ferry a Tagbilaran. Es desde este puerto, Larena, desde el que sale el ferry de Oceanjet directo hacia la capital de Bohol (sólo había uno diario a la 1pm).
Me vino de perlas conocer a Ariadna, Gina y Ana, tres viajeras españolas alojadas en Casa Miranda que viajaban en el mismo ferry que yo. Ellas habían alquilado sus dos motos en Larena cuando llegaron a la isla y allí debían devolverlas, así que me permitieron ocupar el hueco libre y ahorrarme el triciclo hasta el puerto. Me tocó conducir y, aunque dudaba de la posibilidad de que entráramos dos personas y tres o cuatro mochilas en una misma moto, -no sé cómo- lo conseguimos y sobrevivimos.
De Siquijor (Larena) a Panglao: ferry a Tagbilaran, Bohol
El trámite para acceder a este ferry, como en la mayoría de puertos de Filipinas, es similar al de un aeropuerto. Se pasa por seguridad, donde se despacha el equipaje grande, y se accede a la terminal. No sin antes pagar por todo lo mencionado antes.
Apenas ves el mar mientras viajas encapsulado en el interior de esta rápida embarcación con las ventanas oscurecidas. La única distracción es una televisión y una película palomitera de Hollywood. Con lo que a mí me gusta el mar y esos ferrys que te permiten sentir el viento… Una cucaracha que viajaba de polizón levantó un par de gritos entre los pasajeros.
Unas dos horas -y varios dedos perdidos por congelaciones debidas al aire acondicionado- después, atracamos en Tagbilaran y tras una breve espera me reuní con Neda. Hacía ya casi tres semanas desde que compartimos aventuras por El Nido, y la verdad es que era un alivio dejar que ella regateara precios en filipino y tomara las riendas del viaje [xD].
En jeepney de Tagbilaran a Alona Beach, Panglao
A pocos metros de la terminal conseguimos un triciclo por un precio decente hasta la parada de jeepneys de la ciudad (Tagbilaran Panglao Bus Terminal), pero os recomiendo que os alejéis andando lo más posible del puerto antes de subiros a un transporte.
Una vez en la parada nos costó bastante tiempo averiguar a qué jeepney debíamos subirnos para llegar hasta Alona Beach. Neda hacía uso de su tagalog pero se daba la vuelta y me miraba confusa: «No entiendo nada. Hablan bisaya«. Todos parecían señalarnos un jeepney al que me acerqué solamente para comprobar que estaba repleto de gente. Como sardinas en lata. «En éste imposible. Está a tope» -dije. ¡JA JA! Iluso… Nos metieron con calzador y tras nosotros siguió montándose gente. Misterios de la física.
Dónde dormir en Alona, Panglao: alojamiento económico
Habitación doble en Dormitels: 650 PHP
– Ventilador
– Baño privado
– Televisión
Aproximadamente una hora después ya estábamos en nuestra habitación de Dormitels, oportunamente ubicada junto a la escuela de buceo Pata Negra Divers, y unos minutos más tarde echando el primer vistazo a la animada playa de Alona, que nos regaló un bonito atardecer mientras Neda y yo nos poníamos al día de las últimas experiencias sentados en la arena.
Aquella noche nos cruzamos con una atractiva oferta en un alquiler de motos que nos hizo desechar definitivamente la idea de conocer Bohol por medio de un tour. Teniendo nuestro propio medio de transporte podríamos madrugar y controlar nuestros tiempos para ver los principales enclaves de la isla a nuestra bola.
Este apresurado paso por Bohol nos llevaría a tener ideas buenas como ésta pero también -quizás- a cometer algunos errores o irresponsabilidades que os contaré en el siguiente artículo.
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