El principal fundamento de la evolución es el error. Los fallos crean nuevos cursos, que llevan a otros fallos, y el cosmos va encontrando su camino. Desde lo microscópico a lo macroscópico, el patrón que construye el mundo es el mismo. El universo tropieza, aprende, corrige y continúa.

Así es como discurre también nuestro día a día. A veces haremos frente a obstáculos menores, otras veces mayores… Raras veces nos enfrentaremos a retos históricos que lo pondrán todo patas arriba y nuestra capacidad de resiliencia y de recuperación a prueba. Así es la vida, cada pequeño universo individual, una carrera de obstáculos en la que toca sufrir, pero que a veces obsequia con grandes recompensas.

Si hay algo que podemos sacar de situaciones fatales es nuestra propia evolución. Aprender a reaccionar y ser más fuertes, y también ver que cuando todo iba bien y nos quejábamos por otras cosas, en realidad éramos muy afortunados. Valorar lo importante. Y saber que, si superamos la nueva adversidad, la «suerte» llegará otra vez. Perspectiva.

¿Seremos un poco más conscientes de nuestra «suerte» de ahora en adelante? Estamos destinados a tropezar de nuevo, está en nuestra naturaleza y en ello se basa nuestra evolución, así que deberemos tener muy presente lo que un día tuvimos y también lo que seguiremos teniendo. Hay cosas que nunca nos podrán quitar.