Sacándome el Open Water en Koh Tao con Ihasia
El principal motivo de volver a Tailandia antes de saltar a Filipinas fue el curso de buceo en Koh Tao. Tenía muchas ganas de seguir conociendo el país, pero lo que me impulsó a hacerlo real fue la necesidad de tener mi certificado Open Water antes de proseguir mi viaje por Asia. Una vez que has probado el buceo, te das cuenta de que seguir viajando por el trópico sin la posibilidad de conocer el mundo submarino es un error.
con Civitatis y la empresa La Bombona
Así que allí acabé, en Koh Tao, dispuesto a convertirme en buceador autónomo, y el lugar que elegí, por supuesto, fue Ihasia. Esa azulada escuela al borde de una tranquila playa, con la mayor concentración de gente maja del planeta. Yo ya había pasado por allí, pero esta vez iba a vivir la experiencia Ihasia de verdad. Al segundo día de mi estancia en Koh Tao el «Open Water Team» ya estaba formado: Ana, Alex, Boni, Iñaki, Desi. Nos acompañarían en esta aventura los expertos Aisha, Berta, Abel, Carlos, Aitor…
Serían cuatro días en los que intercalaríamos la teoría, muy importante para conocer el comportamiento físico del mundo submarino e interiorizar las medidas de seguridad, con la práctica que -a la vez que aprendemos- nos permitiría visitar la otra cara de Koh Tao, aquella oculta a los ojos de los terrícolas.
Por un lado era como volver al instituto. Con un libro entre las manos, un examen en el horizonte, y un horario al que ser fiel. Pero acariciados por la brisa que recorría la bahía, con los pies enterrados en la fresquita arena y un telón de fondo repleto de cocoteros, estas son unas clases de las que nadie se escabulliría. Estudiar en el paraíso es mucho más fácil.
Y también madrugar. Los párpados pesan menos cuando al otro lado de la puerta se encuentra una dorada playa tímidamente iluminada por un sol que todavía no ha salido, donde los animales nocturnos aún son los únicos despiertos y no se escucha nada más que el suave ir y venir del agua del Golfo.
Sí, da un poco de pereza adentrarse en el mar aún tentado por el sueño, pero cuando se aborda el barco los nervios por saber qué se descubrirá hoy eliminan toda desgana. Si se hace con gente que ya se ha convertido en tus amigos, esta rutina temporal es un auténtico placer.
A la vez que se disfruta y se ríe y se forjan amistades, la profesionalidad de los instructores, la eficiencia con la que se transmiten conocimientos y se anima a participar activamente en tu propio aprendizaje, consiguen que cuando acabes el curso seas autónomo pero lo seas de verdad. Y mientras practicas y cometes errores ellos están ahí para animarte a repetir hasta que controlas las técnicas, garantizando tu seguridad por encima de todo. Este éxito en la instrucción se traduce en satisfacción, y la satisfacción en felicidad.
Y cuando se ha vuelto a la superficie es hora de comentar emocionados los avistamientos y las sensaciones. Es hora de suspirar y susurrar: «Qué maravilla».
Son muchos los momentazos vividos durante la obtención de mi certificado Open Water Diver, muchos los sentimientos. Me gustaría poder explicarlo, pero no puedo. Fueron cuatro día geniales tras los que nos quedamos en la isla como queriendo alargar la euforia, revivir cada día una y otra vez. Fue así gracias a Ihasia, a su filosofía, a sus instructores, al buen-rollismo de Ra, a quienes no coincidieron con nosotros bajo el agua pero nos cruzábamos por la escuela o en el chiringuito (Endika), a mis compañeros de OW arriba nombrados. Aprendí a bucear y lo hice en el mejor lugar del mundo. Éste es el vídeo que hice para la escuela:
Días después tuve que despedirme de mis compañeros, mis amigos, que proseguían su viaje por Tailandia, y guardo con enorme cariño aquella foto física que nos hicimos. Su compañía no tiene precio.
Pero no me quedé solo. Otros vinieron…
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