Llegada a Noruega. Rumbo a Lillehammer
A poco estuvimos de que este nuevo diario tratara sobre Sri Lanka y Maldivas. Esos eran nuestros principales objetivos para este verano, pero no sé… quizás pecamos de confiados y para cuando quisimos reservar dos billetes de avión las tarifas ya estaban por las nubes. No quisimos esperar a ofertas de última hora y buscamos rápidamente un plan b. ¿Qué tal Noruega? Vámonos a Noruega.
Aterrizamos en -la soleada- Noruega
Se podría decir que Escandinavia está relativamente cerca de nuestro hogar, pero esta vez no fue tan fácil como coger un avión y ya. Nuestro vuelo salía de Barcelona, y hasta allí nos separaban 8 horas de autobús nocturno. Yo, como es costumbre, no dormí nada. Pero tampoco es que luego lo notara… El tránsito al aeropuerto, las colas, los trámites, me mantuvieron bien despierto.
Las cabezadas las pegué mientras volábamos, solamente interrumpidas por extraños espasmos (como cuando sientes que te caes de la cama), y el vuelo se me hizo curiosamente largo. ¡Cualquiera diría que no he estado metido durante 12 horas en un avión! Estas 2 y media no eran nada… pero me parecieron 6.
El caso es que llegamos al Gardermoen Airport de Oslo y se notaba la emoción en nuestras caras. Nuestros comentarios sobre la temperatura del tipo «Uy, hace fresquito…» se intercalaban con los «¡Mira! ¡Son todos rubios!». Lo cierto es que Noruega nos recibió con cielos claros y el brillo del sol, lo cual contribuyó a levantar aún más -si cabe- nuestro ánimo.
Bajamos a la planta baja del aeropuerto, al alquiler de coches, y algún retraso con nuestro automóvil nos hizo esperar más de lo debido. Mientras, nos dio tiempo a comer algo y testar por primera vez los intimidantes precios noruegos.
Alquiler de coche en el aeropuerto de Oslo
En cuanto tuvimos el coche, que habíamos reservado a través de RentalCars, en nuestras manos pusimos rumbo al Norte, a través de las bonitas explanadas verdes que rodean la capital, donde la civilización ya deja paso a las coníferas y los lagos.

Una de las primeras cosas que hicimos fue parar en un Rema 1000 a comprar alimentos básicos que no habíamos podido traer en nuestra maleta, como pan, zumo, leche y agua.
Llegada y alojamiento en Lillehammer
No tardamos demasiado en llegar a la primera parada del viaje: Lillehammer. Esta tranquila ciudad es conocida porque albergó los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994. No creo que haya nadie en este municipio que no sepa esquiar. Su estación de esquí posibilita la práctica de todas las modalidades, y cuando llega la nieve la vida de este lugar gira en torno a este deporte. Sus plataformas de salto en lo alto de la colina son uno de sus mayores atractivos turísticos.
El caso es que llegamos a punto para encontrar alojamiento, cenar y pasar nuestra primera noche en suelo escandinavo, cuando el sol ya caía sobre el horizonte. Acudimos al Camping Lillehammer, en la orilla del lago, bajo el centro de la ciudad.
Camping Lillehammer
1 Tienda, 2 personas, 1 coche: 225 NOK*No incluida el agua caliente de la ducha.
Mientras montábamos la tienda conocimos a Annabella y a Claudio, una pareja italiana residente en Suecia que andaba en los últimos días de su travesía por Noruega. Eran vecinos de parcela y pudimos compartir con ellos un agradable rato mientras cenábamos y contemplábamos las tenues luces del final del día. Fue entonces cuando comprobamos que no oscurecería más. Llegó la medianoche y la claridad era suficiente como para poder leer sin necesidad de una linterna. Si tienes problemas para dormir con luz, acuérdate de llevar un antifaz.
Al día siguiente, tras una traumática ducha fría (helada), desmontamos nuestra «casa» y nos despedimos de los italianos. Nuestro primer plan era acercarnos al centro y conocer Lillehammer, sobre todo su plataforma de salto olímpica, que Annabella y Claudio nos habían recomendado.
Aparcar en Lillehammer fue una pequeña odisea, porque queríamos encontrar un lugar gratuito (cosa casi imposible en la ciudades y pueblos de Noruega), y tras varias vueltas lo encontramos en la parte de atrás de la estación de bomberos. Nos acercamos a la calle principal, una agradable vía peatonal con bares y tiendas a los lados, salpicada de pequeños puestos que los comercios habían colocado temporalmente para vender comida o productos rebajados.
La plataforma olímpica de Lillehammer, buen mirador
Desde allí nos dirigimos derechos a la vía del tren para entrar en la oficina de turismo y pedir consejo sobre lo que ver en el pueblo. Una simpática chica nos detalló los diferentes atractivos turísticos del lugar, aunque finalmente sólo nos fijamos en uno: la subida a la plataforma de salto.
En la linde del pequeño río que atraviesa Lillehammer hay un discreto sendero que sube entre los árboles hasta la plataforma. Nosotros lo abandonamos antes de lo debido y el resto del camino tuvimos que avanzar por carretera, pero os recomiendo que sigáis el sendero hasta que os encontréis a la altura de la plataforma.
El lugar no sólo es un perfecto mirador para contemplar Lillehammer y sus alrededores, sino que con un poco de suerte podréis disfrutar de los esquiadores que van a practicar sus saltos (sí, también en verano). Existe la posibilidad de subir hasta arriba por medio de dos opciones: telesilla (pagando), y a pie (gratis). Las escaleras por las que podéis subir de forma gratuita son muchas y muy empinadas, así que aseguraos de estar en buena forma.
Antes de abandonar Lillehammer aprovechamos para buscar una pequeña bombona de gas que fuera compatible con nuestro quemador. Encontramos la marca exacta en la tienda Intersport del centro. ¡Ya lo teníamos todo para iniciar nuestra travesía por Noruega!
Diario siguiente: Tesoros paisajísticos de camino a Røros
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