Gran Palacio de Bangkok y Wat Saket, color oro de una ciudad en luto
Me propuse madrugar temprano para evitar el calor más sofocante y las grandes multitudes en el Gran Palacio de Bangkok, pero dio igual, el día se me echó encima.
Pude haber cogido el Express Boat en Phra Arthit hasta el muelle de Tha Chang, pero me apetecía andar un poco y la distancia entre Khao San y la zona de templos reales no es grande. Lo que no tuve en cuenta es que alguna de las principales calles estaba cortada, desconozco si por ser año de luto o por la celebración de algún evento especial.
Visita al Gran Palacio de Bangkok y el Buda Esmeralda
Cuando llegué a la muralla blanca que rodea el palacio, cientos de siluetas oscuras atravesaban las puertas en procesión. Los thais, desde que murió el Rey, acuden al Wat Phra Kaew a rezar vestidos de negro todas las mañanas.
Gran Palacio y Templo del Buda Esmeralda: 500 THB
Es obligatorio ir vestidos cubriendo hombros y piernas.



Mientras los turistas nos entreteníamos con los ornamentos brillantes, las imponentes estatuas de guardianes Yaksha y las pagodas doradas, los thais, en silencio, recorrían la circunferencia del recinto, pasando junto a las pinturas de la mitología tailandesa basada en el Ramayana. Ocupado todo el espacio frente a ellos, se detenían, se sentaban y comenzaban a orar, siempre mirando hacia el Ubosoth, el templo central.


En el Ubosoth se encuentra una de las mayores reliquias religiosas de Tailandia, el Buda Esmeralda, si no la más importante. A pesar de su nombre no está hecho de esmeralda, sino de jade, de una única pieza de jade verde. Es tan sagrado que el único que puede llegar hasta su pedestal es el Rey de Tailandia, encargado de cambiar sus ropas de oro tres veces al año.
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Se dice que fue creado en el año 43 a.C. en la India, y desde entonces, mientras era reclamado por diferentes monarcas y pueblos, viajó por media Asia pasando por numerosos reinos hasta que el rey Rama I lo trasladó a su ubicación actual en Bangkok en el siglo XVIII.
En sí es sólo una estatua, el valor a estas iconografías se lo dan las personas, pero es sobrecogedor pensar la importancia que objetos tan pequeños pueden tener a lo largo de la historia humana. Y por ello, un servidor también mira a esa figurita verde con admiración e impresión.
La ruta acaba frente al Palacio Real, con su planta señorial renacentista y sus tejados tradicionales en una simbiosis que resulta realmente armoniosa.
El Chao Phraya me devolvió a «mi hogar» y, tras compartir el almuerzo con un joven chileno que había estado viajando por Tailandia con su familia, decidí emplear la tarde en seguir explorando templos que desconocía y a los que era fácil llegar andando. Me dirigí hacia el Wat Saket, o Golden Mount.
Excursión a pie desde Khao San hasta el Wat Saket
El sol se acercaba al horizonte y caminar por la ciudad cada vez era más agradable. Además, la luz suave impregnaba el paisaje urbano de una magia especial. Qué mejor para contemplarlo que subir las 318 escaleras del Wat Saket hasta su chedi dorado, que guarda una reliquia de Buda desconocida.
La subida ya es curiosa, a través de unos escalones que rodean la colina a la vez que ascienden entre abundante vegetación y pequeñas caídas de agua. Los gongs, las campanas y los monjes budistas acentúan el contexto religioso. Arriba, a pesar de tener una vista panorámica de Bangkok, parece que el ajetreo de la ciudad ha quedado lejos. Sólo se escucha el sonido metálico de los carillones de viento colgados de la fachada.



Si no fuera porque la ciudad rodea este lugar, construido sobre los escombros de un antiguo chedi y que antaño se utilizó como crematorio para más de 30.000 cadáveres en época de plaga, habría pensado que me había teletransportado al Tíbet.
Pero no es Tíbet, es Bangkok, y hay que volver a la realidad…
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