Geiranger, el corazón de los fiordos
Continuaba este largo -y productivo- día que había comenzado en Ålesund, había continuado en Trollstigen, y estaba cerca de acabar a la puerta de los majestuosos fiordos noruegos. Nuestro itinerario llegaba a Geiranger, una de las estampas más famosas del país, pero antes de pisar esta localidad decidimos «merencenar» (una mezcla entre la merienda y la cena) ya que llevábamos casi todo el día en ayunas. Con paisajes así uno se olvida de comer…
Las zonas de descanso equipadas con mesas y baños son innumerables por todo Noruega, y aquí arriba no faltaban. Como siempre, nos sorprendía el buen estado de los servicios. Un atractivo césped nos invitaba a montar la tienda y quedarnos allí a dormir, pero nos quedaban unos pocos minutos de conducción hasta Geiranger y Pawel y Patryk querían ver un partido de fútbol que emitían esa noche.
Mirador en la carretera sobre Geiranger
La carretera descendía violentamente por la llamada «Eagle Road», con sus giros brutales y su equilibrio sobre el fiordo. Un par de curvas después de comenzar a descenderla se encuentra el mirador de Ørnesvingen, que regala una impresionante panorámica de todo el fiordo, desde su final (y el pueblo) hasta la cascada de las «Siete Hermanas». No os podéis perder esta vista.



El pueblo se encontraba bastante tranquilo, sin las hordas de visitantes que los cruceros traen hasta aquí, ya que en aquel momento no había ningún barco amarrado. Cierto era que el tiempo tornó un poco desapacible e incluso empezó a llover, lo cual quitaba la ganas de estar en la calle. En el aparcamiento del pueblo nos encontramos de nuevo con el padre y las dos hijas gipuzkoanas que habíamos conocido en el ferry a Eidsdal unas horas antes. Conversamos durante un rato sobre nuestros respectivos viajes y otros temas; ellos habían comenzado en Tromso y habían podido visitar las preciosas islas Lofoten. Tras despedirnos de ellos, Eder y yo comenzamos a plantearnos dónde dormir.
Alojamiento en Geiranger
El Geiranger Camping se encuentra «a pie de playa», prácticamente en la orilla del fiordo, y nos interesamos por su precio ya que al entrar a ver qué tal estaba encontramos un bonito hueco verde «con vistas al mar» (:P). Decidimos ahorrarnos lo que nos costaba introducir el coche y lo aparcamos en el parking del pueblo (a un minuto de la entrada).
Geiranger Camping
Una tienda, 2 adultos: 145 NOK
*Sin pagar coche.
Mientras buscábamos un alojamiento, pagábamos el camping y montábamos la tienda… los dos polacos habían ido a buscar una tele en la que retransmitieran el partido de fútbol. Habían acabado en el Geiranger Hotell, y nos pidieron que nos reuniéramos con ellos allí, así que fuimos. Sin titubear, entramos en el hotel, preguntamos en la recepción dónde se veía el dichoso deporte y subimos unas cuantas plantas hasta dar con una especie de lobby o sala de estar repleta de gente (con café «por la face«). ¿Sabrían que no éramos clientes? Da igual. Pawel y Patryk nos habían reservado dos sillas, así que tuve que fingir que me interesaba la retransmisión… No estuvo mal estar un rato allí dentro, e incluso aprovechamos para jugar al billar cuando el partido ya había acabado.
Aquella noche llovió y el día amaneció fresco y algo gris. Pero abriendo la puerta de la tienda y contemplando el panorama, ¿qué día no es perfecto? Los polacos nos sorprendieron con una cesta repleta de peces que habían pescado en el fiordo, ¡ya teníamos desayuno! Antes sólo hubo que desmontar el campamento, encontrar un lugar donde establecer nuestro comedor provisional y -obvio- cocinar nuestros pescados (muy ricos, por cierto).
Un estruendo rebotó entre las paredes verticales del lugar. Un enorme crucero se aproximaba hacia nosotros lento pero imponente. Fue entretenido observar las maniobras de amarre, aunque no nos divertimos tanto viendo cómo el lugar se llenaba de curiosos, procedentes de aquel barco. Este enorme vehículo flotante era algo discordante respecto al entorno, pero al mismo tiempo daba una percepción especial de la escala del lugar.
Paseo sobre el fiordo de Geiranger
Nosotros nos fuimos de allí sin mirar atrás, y en primer lugar nos dirigimos hacia el collado en el que habíamos «merencenado» el día anterior. Desde allí salían varias rutas que bordeaban los acantilados del fiordo, y quizás alguna de ellas nos ofreciera una vista algo diferente a lo visto hasta ese momento.
No puedo decir que tuviéramos gran éxito, además empezó a llover cosa mala, pero alguna que otra instantánea bonita sí nos dejó el paseo. Mirad:



Tras esta excursión volvimos a Geiranger y ascendimos por la carretera que sube hacia las altas planicies orientales. Antes de proseguir, nos detuvimos en un vistoso mirador donde realizar las fotografías de rigor y tras esto tocó despedirse de Pawel y Patryk porque nuestros viajes tomaban caminos distintos.
Los volveríamos a ver. Ellos iban a cazar glaciares, nosotros íbamos a observarlos desde arriba, desde el punto más alto de Escandinavia…
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