Amanecer en el Parque Nacional Gunung Bromo
Sonó la alarma del móvil. Eran las tres de la mañana. Tocaba levantarse, sacar toda la ropa de manga larga de la mochila, y salir a la fría noche de la montaña indonesia. Debíamos llegar a tiempo para presenciar el amanecer sobre el volcán Bromo.
Era una noche clara, de cielos despejados. Sobre nosotros se extendía un infinito manto de estrellas que difícilmente olvidaré. Apenas hay contaminación lumínica ahí arriba así que el cosmos se observaba de manera espectacular. No recuerdo si había luna o no, pero la luz de los astros se reflejaba en el paisaje y permitía distinguir el camino sin necesidad de linternas. Aun así, nosotros las llevábamos.
Subida por libre para ver el amanecer en el Bromo
No se oía un alma. Comenzamos guiados por la pura orientación y un cartelito situado en el centro del pueblo. La carretera se transformaba pronto en una pista de grava y después en sendero de piedra que ascendía por la ladera de la montaña hacia los view points. La mayoría de los turistas sube en jeep hasta el mirador más alto, pero nosotros nos ahorraríamos las multitudes y además viviríamos una experiencia más auténtica.
La subida no es larga (dependiendo de hasta dónde llegues) pero el desnivel es brusco y estás a 2.500 metros de altitud, por lo que a algunos se les puede hacer duro. A nuestra amiga Brenda la pilló en un momento bajo de fuerzas. Nos detuvimos en una pequeña terraza natural junto al precipicio. Sólo estábamos nosotros y el enorme paisaje que se iba vislumbrando poco a poco con las primeras luces del alba. Solamente quedaba esperar al sol y maravillarse con la vista, así que nos sentamos y comimos algo.
Con el tiempo llegaron más viajeros, pero no llegaríamos a estar más de 15 personas. Las imágenes que sucedieron a continuación solamente se pueden describir con instantáneas.
El sol se iba adueñando de la gran caldera Tengger, dentro de la cual se encuentran otros volcanes como el humeante Bromo (2.329 m). Al fondo, el Semeru (3.676 m), la montaña más alta de Java, también echaba nubes de humo de vez en cuando, recordándonos a todos que esta es una potente zona volcánica de carácter activo.


Tras esta magnífica experiencia volvimos por el camino ascendido e iniciamos el descenso hacia Cemoro Lawang para verlo por primera vez bañado por la luz del día. El entorno era puramente alpino, con algunos campos destinados al cultivo y casas esparcidas por la montaña. En el pueblo, aunque parezca mentira, apenas veíamos turistas. Aunque es verdad que un gran porcentaje de estos pasan de largo en sus jeeps entre el mirador o el Bromo y Probolinggo, el municipio más cercano. Cemoro Lawang es, afortunadamente, un lugar bastante tranquilo.
Buscamos un warung para «desayunar» (nos parecía la hora de comer) y recobrar fuerzas. Encontramos una casa de huéspedes con una simpática familia y nos sentamos en su «porche». Recuerdo que fue uno de los mejores desayunos que tuve en Indonesia. Porque estábamos hambrientos y porque, la verdad, estaba muy rico. Creo que me pedí un Nasi Goreng (con sus tradicionales condimentos) con algo de fruta y pancake. Este lugar, por desgracia, fue protagonista de un gran susto por mi parte que os explico en este artículo.
Paseo hasta el cráter del volcán Bromo
Tras esto nos dimos cuenta de que era prontísimo y de que podíamos aprovechar la mañana para matar dos pájaros de un tiro y visitar el Bromo. Bajamos la pared del Tengger y atravesamos la llanura arenosa a pie.
Es un generoso paseo que con calor puede ser algo sufrido, pero merece la pena. En la base del Bromo se agolpan cientos de jeeps repletos de turistas. Las escaleras que conducen a la chimenea del volcán están igual.
Arriba la vista es bastante impresionante. Puedes recorrer gran parte de la arista del cráter y en su centro se halla un enorme agujero que echa gases tóxicos sin parar. De hecho, estos vapores sulfurosos hicieron que nos mareáramos cuando el viento los traía hacia nosotros, y el olor es muy desagradable. ¡Cuidado con esto! Mucha gente utiliza mascarillas.
Me resultó curioso el sonido que salía del volcán, un potente y grave borboteo como el de una gigante olla hirviendo. Digno de ver y oir.
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Transporte de Cemoro Lawang a Probolinggo
Tras tanto senderismo y tanta arena volcánica estábamos hechos un asco. Necesitábamos una ducha con urgencia, ¡y la tuvimos de vuelta en el pueblo! Pero antes supimos que un minibús salía hacia Probolinggo a las 12, así que podríamos irnos ese mismo día hacia la siguiente etapa del viaje ya que allí ya lo habíamos hecho todo. Por lo tanto, con cierta prisa, nos duchamos (fue una de las mejores duchas de mi vida), nos pusimos ropa limpia y cómoda, hicimos las mochilas y fuimos en busca del minibús que estaba a punto de partir.
Minibús a Probolinggo: RP 35.000 . Regatead si vais varios, nos rebajó por pagar como dos.
Era un automóvil bastante viejo de unas 12 plazas aproximadamente. Dejamos las mochilas en la parte de arriba y nos las arreglamos para caber 17 personas (si no recuerdo mal). Tres de los que ya estaban dentro eran tres chicos vascos (¡paisanos!) con los que acabaríamos compartiendo las siguientes horas del viaje.
Montaña abajo, íbamos apretujados y agitados por la precaria y sinuosa carretera, pero yo solamente recuerdo lo muy a gusto que iba, fresquito, recién duchadito, resarcido del susto (que os cuento aquí) y listo para más aventuras.
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