Medio día en Bergen, la puerta a los fiordos de Noruega
La carretera nos volvería a mostrar un lugar donde dormir. El siguiente día lo pasaríamos ya en Bergen. Sin planearlo, ya en el valle de Voss, acabamos en un camping custodiado por una preciosa cascada. Ésta resultaba ser Tvindefossen, bastante conocida y visitada.
Dormimos baño la cascada Tvindefossen
El camping, Tvinde Camping, tenía un área privada con todas sus instalaciones y otra zona junto a la cascada a la que cualquiera puede acceder sin ser cliente (sólo para visitar la cascada).
En esta última acampaban la mayor parte de las tiendas de campaña, un recinto público pero a la vez privado (cosas de Noruega…).
Nos vino muy bien la cocina común para hacer la cena al calorcito, ya que fuera había refrescado sobremanera.
Como podéis ver en la foto, tuvimos una linda banda sonora durante la noche; el sonido del agua me duerme como un bebé, cosa que a Eder no le funcionaba. Eso sí, la tienda amaneció totalmente mojada.
Tvinde Camping
Un coche, una tienda, dos adultos: 200 NOK*Nos regalaron 20 NOK para las duchas.
Nos despertamos cuando el sol golpeaba fuerte la tela de nuestra tienda y ésta se empezaba a calentar como un horno. Al parecer, si el clima no cambiaba, tendríamos un día soleado para visitar Bergen. Según Marit, allí no había dejado de llover durante días así que cruzábamos los dedos.
De pronto nos vimos rodeados por turistas. Los primeros autobuses habían descargado la remesa más madrugadora de visitantes y la base de la cascada comenzaba a llenarse. Le dije a Eder que dejáramos lo de recoger para más tarde y priorizáramos las fotos que quisiéramos sacar. Lo hicimos suficientemente a tiempo como para tener nuestras instantáneas sin gente de por medio.
Un grupo de mujeres nos miraban con curiosidad mientras desmontábamos la tienda. Reconocimos que hablaban en castellano y les contestamos. «¡Hola!«. Reaccionaron emocionadas, y más aún al descubrir que éramos del País Vasco, como ellas. «¡Mari! ¡Mari! ¡Mira, de Bilbao! ¡Como tú!» (puede que el nombre no fuera ese…). Su autobús les esperaba, así que tras una breve charla nos despedimos y deseamos buen viaje. A nosotros también nos tocaba reanudar la marcha, destino: Bergen.
Aparcar en Bergen
Lo de aparcar en Bergen deja a La Odisea de Homero como un pequeño contratiempo. Sí, la verdad es que íbamos en modo tacaño, con la esperanza de no tener que pagar parking… al menos lo intentamos. Creíamos haber encontrado una calle gratuita en pleno centro (JA! Ilusos…), fuimos un poco «más allá» a ver si en algún callejón perdido— (JA! Ilusos), ascendimos la colina y los barrios inclinados para probar suerte— (JAAA! Ilusos…). No hay aparcamiento gratuito en Bergen. Al final estábamos tan desencantados que acabamos en el parking subterráneo del downtown. ¡Ale!
¿Me tiraréis piedras si digo que Bergen me decepcionó? Me explico. Me la habían pintado como la ciudad más bonita de Noruega. Yo había construido una imagen de ella basada en el famoso bryggen, que ahora os enseñaré. Supongo que llegué, la vi, y dije: «¿Ya está?».
Tras aparcar buscamos algo que comer y acabamos en un tailandés pidiendo comida para llevar. Me comí el Pad Thai más caro del mundo… Después salimos al puerto, a la zona más turística de la ciudad, y encontramos el mercado. Aquí podréis encontrar cualquier alimento típico de Noruega y representante de su comercio (sobre todo marítimo). Se puede ver, preguntar, elegir y sentarse a comer. El salmón y el marisco será de lo más demandado, aunque veréis hasta paella. ¡Hay de todo!


No os cortéis en hablar con los vendedores y los chefs porque muchas de las veces os darán a probar de todo y gratis. Además, un gran porcentaje de ellos son hispano-parlantes, sobre todo españoles, así que podréis iniciar interesantes conversaciones. A nosotros nos pasó con varios de ellos, como con esta simpática chica de Barcelona.
Paseo por el Bryggen, la zona más bonita de Bergen
Tras comer nuestros take-aways tailandeses (la comida del mercado es demasiado cara para nosotros) nos dirigimos hacia el principal atractivo de la ciudad: el bryggen, o barrio histórico. Mi inocencia desinformada me había llevado a pensar que casi toda Bergen era así… Tuve que conformarme con este trocito.
Vale la pena visitarlo. Es un tesoro histórico, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el 79. Este era el llamado «embarcadero alemán», centro neurálgico del comercio de antaño. Que no os baste con admirar sus coloridas fachadas; entrad en los edificios, andad entre sus callejuelas. El ambiente rústico y la arquitectura de madera retorcida por el tiempo os llevarán de la modernidad al pasado en unos minutos.



Bergen es la típica ciudad europea, tranquila, limpia, cómoda… pero lo que yo me llevé de ella fue este museo viviente a gran escala. Otra actividad que podéis realizar es subir en funicular al monte Fløyen y ver la ciudad desde lo alto. Seguro que merece la pena, pero con el día gris que teníamos no nos apetecía pagar por ello.


Sí, Bergen me decepcionó. Quizás por culpa mía, por mis inalcanzables expectativas. Me encantó el bryggen y disfruté de su célebre mercado aunque no comprara nada, pero poco más. Será la capital del fiordo, el centro de la Noruega «crucerística», un punto de paso obligatorio para los viajeros… pero, ¿la ciudad más bonita del país? En mi opinión, no.
Vámonos a Trolltunga.
Diario anterior: La iglesia de Borgund, el túnel de Lærdal y el valle de Flåm
Diario siguiente: Aventura a Trolltunga, la lengua del troll
No Hay Comentarios