Guatemala

La Guatemala del Altiplano en Quetzaltenango

Nuestro viaje a Xela fue -como todos los viajes iban a ser- en un shuttle. Por el camino aprovechamos para almorzar en un coqueto restaurante de carretera y para la tarde ya estábamos en Quetzaltenango.



Xela es la segunda ciudad más grande de Guatemala, y curiosamente fue proclamada Capital de Centroamérica por el Parlamento Centroamericano. También es la ciudad más fría del subcontinente, ya que se encuentra en medio del Altiplano a una altitud de casi 2.400 msnm. Si pega el sol ni tan mal, pero por las noches o si está nublado… ¡Llévate un jersecito! Se la suele definir como un punto medio entre la capital y Antigua, aunque yo diría que es mucho más parecida a la capital que a Antigua. A Antigua pocas cosas se le parecen… Ésta es más bien caótica, desordenada, vibrante y más moderna. Si te alejas un poco del centro te vas a quedar sin cosas que ver, porque los barrios se extienden kilómetros a la redonda en forma de casas de ladrillos de hormigón y chabolas un tanto precarias más adelante.


Foto de Asier Marleza Flickr

Alojamiento económico en Quetzaltenango



Fotos de Asier Marleza Flickr


Nosotros nos alojamos en «Los Olivos», un hotel muy decente a un minuto andando de la plaza principal. Ésta está formada por un parque y rodeada por algún que otro imponente edificio del siglo XIX (sin saber yo mucho del tema…), como el Palacio Municipal, la Universidad, la Catedral, etc. Hay que mencionar que la ciudad ha sido reconstruida varias veces debido a los terremotos y a erupciones como la del Santa María (el volcán de 3.768 metros de altura) en 1902 que destrozó la ciudad y causó al menos 5.000 muertes.


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Buen sitio para ocio y comer en Xela

A otro de los edificios de la plaza le llamábamos «las galerías». En su interior había un buen número de bares y restaurantes en los que cenar o tomar algo. Nuestro favorito era el Tecún. Tecún Umán era, por cierto, un antiguo mandatario maya k´iche´ que fue derrotado por el conquistador Pedro de Alvarado en el siglo XVI muy cerca de Quetzaltenango, cuando los españoles se abrían paso a genocidio limpio por aquella parte de América. En Guatemala, como es obvio, a Tecún se le considera un héroe y una de las vías de acceso y salida de Xela está ocupada por una estatua suya. En uno de nuestros pasos por allí, que coincidía con jornada festiva, se le estaba rindiendo un homenaje a la estatua con honores militares (irónico esto por el hecho de que el ejército hiciera con los indígenas -en la guerra civil- lo mismo que Pedro de Alvarado, el enemigo de Tecún, hizo con los ancestros mayas, osease: cargárselos a todos).


Pues como iba diciendo, nuestro bar/restaurante favorito era el Tecún, localizado en las bonitas galerías de dicho edificio. Con una ambientación rústica y acogedora, y una iluminación exquisita. Allí nos íbamos siempre a tomar una chela Moza (o Gallo…) o a comernos una rica pizza.


Conocemos la realidad de Boca Costa y el Altiplano

El siguiente día lo aprovecharíamos para conocer a la gente de Nuevos Horizontes, una asociación guatemalteca que lucha por los derechos de la mujer en el país, y con ellos iríamos a visitar una comunidad indígena Mam en la localidad de San Martín, en el territorio de Boca Costa. Boca Costa es un área que se extiende desde el borde occidental del Altiplano hasta casi llegar al Océano Pacífico. La altitud desciente vertiginosa hacia la costa y esto pudimos apreciarlo tanto en la temperatura como en la vegetación. De pronto nos vimos envueltos por un clima tropical.



En San Martín tienen construido un bonito centro comunitario que hace las veces de sala de reuniones y de escuela. Allí tuvimos la oportunidad de conocer a las mujeres y hombres indígenas que luchan por la igualdad de género en sus municipios.


Y al día siguiente visitamos otras dos pequeñas localidades ubicadas en plena cadena montañosa del Altiplano. En una de ellas habían construido un «espacio amigable», un lugar donde niños y jóvenes se pueden reunir para jugar, entretenerse, relacionarse, y a la vez aprender conductas sociales o concienciarse de ciertos problemas en los que los adolescentes pueden verse atrapados. Y en la otra (a la que llegamos por una carretera de mala muerte) conocimos un pequeño centro de salud para emergencias, que desafortunadamente se encontraba inactivo debido a la falta de recursos tanto económicos como humanos.
Aquí tuvimos la oportunidad de hablar con un señor de sombrero y vaqueros que nos dio un rápido repaso a toda su vida en Guatemala. Trató de hacernos ver lo cambiante que era aquella sociedad, lo difícil que había sido sobrevivir en tiempos pasados y lo difícil que iba a ser sobrevivir en el futuro.


El señor del sombrero. Foto de Asier Flickr


Él hizo su camino a Estados Unidos, a través de un «México muy bonito» -según nos decía-. EEUU era y es para muchos centroamericanos la tierra prometida, la tierra de las oportunidades. Este señor logró saborear el «sueño americano» (el sueño estadounidense) y aquello le trajo fortuna, pero sólo fue momentánea. Tarde o temprano tuvo que volver a Guatemala, un país herido por el expolio, la guerra, y ahora por la creciente desigualdad y el cambio climático. Nos contaba con pena lo que le dolía ver los campos llenos de basura, los montes abiertos en canal para la creación de canteras y para la minería. Nos contaba que antes al menos se sembraba y se recogía con cierta regularidad, pero que el clima inestable ya no permitía eso. Nos trató de mostrar, en definitiva, que la vida en Guatemala cada vez es más dura para el pobre, para el que cosecha su comida y se la lleva a la boca, y solamente cuando los políticos mendigan votos es cuando alguien finge oir sus voces.



Nosotros salimos de aquella cruda realidad y volvimos a Xela, pasando por un precioso mirador que dejaba ver todo el valle de Quetzaltenango, con el imponente volcán Santa María proyectando su sombra entre la neblina.



Aquella noche iríamos a cenar con Leire y Miriam, dos cooperantes vascas asentadas en Xela, y a conocer ya de paso algún que otro rinconcito de la ciudad. Uno de esos rinconcitos fue un bar ubicado en lo alto del edificio de las galerías, con su propia terracita y sus cómodos sofás. Tomarse una chela allí era verdaderamente agradable. Y para cenar acudimos a la esquina de una cuadra (manzana), a un restaurante aparentemente sin nada especial. Es aquí donde descubrimos que no sólo los edificios de Antigua guardaban secretos. En su interior había un precioso patio colonial con mesas y sofás (me encantan los sofás oye…) y la música centroamericana en directo le daba a todo un toque súper auténtico.

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