Fuga de Ixtatán, el corazón indígena de Guatemala
En San Mateo Ixtatán nuestra labor fue apoyar a jóvenes lugareños en un taller audiovisual. El propósito era realizar una pequeña película o videoclip, totalmente creado por ellos, que reflejara alguna realidad del pueblo o de Guatemala. Aunque la idea era atractiva y fue una gran oportunidad para interactuar con los jóvenes y para conocerlos personalmente, el taller en sí no nos aportó demasiado. Fue interesante, eso sí, ver cómo absorbían las ideas que se les transmitía y cómo las ponían en práctica. Aprendieron muy rápido y era satisfactorio verles trabajar en un campo que hasta hace unos días desconocían por completo, con una profesionalidad admirable, cabe añadir.
Por lo tanto, lo más destacable y memorable de nuestro paso por San Mateo fue conocer el pueblo desde dentro, a los jóvenes que allí viven, la cultura e idioma Chuj (uno de los idiomas descendientes de la civilización maya) y sentirnos en ocasiones parte de esa dinámica en la que éramos totales extraños. Tras la desagradable sensación con la que nos recibió Ixtatán, nos acogió la amabilidad de sus gentes y la simpatía de sus adolescentes. Probablemente nos siguieron mirando con timidez y algo de respeto, pero cualquiera al que le dirigieras unos «buenos días» te devolvía el saludo y una sonrisa, y era imposible no ir sintiendo que nosotros nos hacíamos al pueblo y el pueblo se hacía a nosotros. Con el paso de los días todo resultó más familiar, más acogedor.
Me sobrecogía positivamente la idea de que no hubiera conocido aquel lugar, ni ningún otro parecido, de no ser por las características de este viaje. Hubo momentos en los que, sumergido en la rutina de San Mateo Ixtatán, me sentí muy afortunado por vivir aquella experiencia. Y me alegraba francamente comprobar en mis propias carnes lo que ya había intuido por todo el Altiplano de Guatemala: que la cultura indígena está muy viva, a pesar de todos los palos que ha recibido.
Aunque tuvimos suerte con el tiempo y nos hizo más días soleados de los que allí suelen tener, hacía mucho frío y había mucha humedad. La intensa temperatura mermó nuestras fuerzas en gran medida, sobre todo los días que por la tarde subía la niebla del valle (una niebla tan espesa que a diez metros dejabas de ver), y aquello se convertía en un rincón gris y bastante lúgubre (sobre todo cuando se metía el sol). Con razón las calles quedaban desiertas a partir de las 7 de la tarde. Era desquiciante llegar al hostal y no sentir calor por ninguna parte -excepto quizás entre las sábanas y mantas de la cama-, no poder ducharte porque básicamente tenías demasiado frío, levantarte y encontrarte la ropa casi mojada de la humedad… A ver, para que entendáis, no estábamos al borde de una hipotermia, pero esto cansa, y el día que salía el sol besábamos el aire.
Repito de nuevo que fue enormemente enriquecedor hablar con las gentes de San Mateo, compartir conocimientos con los jóvenes, aprender de sus vidas diarias, jugar con los niños, ver in situ la tradición rutinaria del pueblo… Volver allí va a ser algo que, sinceramente, dudo que volvamos a tener la oportunidad de hacer, pero lo experimentado en San Mateo no nos lo va a quitar nunca nadie, y la pequeñita huella que pudimos dejar en sus habitantes tampoco.
El otro sabor agridulce vino de la mano de nuestra despedida. Tras cinco días nuestro viaje continuaba, y al día siguiente un shuttle venía a buscarnos para volver a Xela, para después trasladarnos a Antigua. Pudimos despedirnos de los chavales y nos sorprendieron con grandes muestras de gratitud y cariño. ¡Incluso tuvimos que firmar autógrafos! Esperamos que todo les vaya bien en San Mateo, y que aquellos que aspiran a una formación profesional tengan las herramientas necesarias para cumplir sus deseos.
Volviendo al problema… La región ha sufrido los embistes de mega-corporaciones que ven en esta tierra un gran símbolo del dolar. Durante años, varias empresas han querido explotar sus recursos naturales sin pensar en los derechos o deseos de sus habitantes. Una de esas empresas, una hidroeléctrica española, lleva tiempo queriendo adueñarse de inmensas parcelas indígenas para llevar a cabo un proyecto energético que sólo enriquecerá su capital corporativo. Pero el pueblo indígena es fuerte, y lucha para evitarlo…
En la cena se nos comunicó que, a raíz de estas protestas, habían detenido a un líder comunitario en la cercana localidad de Barillas y que como respuesta, y para lograr su liberación, se había cortado la carretera hasta que la comunidad decidiera otra cosa… Dependiendo la reacción del gobierno nacional de un mandato judicial, y siendo viernes el día siguiente, probablemente el asunto no se solucionaría hasta la reapertura de los juzgados, es decir, el lunes.
Intenté tomarme el tema con humor y madurez, pero el tono con el que se me comunicó la noticia, y la idea de quedarme allí atrapado en mi viaje a Guatemala no me hicieron ninguna gracia, de hecho me puse de muy mala hostia. Por orgullo intenté taparlo, pero al parecer Maite lo notó sin esfuerzo. Dejé de cenar y deseé que llegara la mañana siguiente para encontrar la forma de salir de allí.
Imaginaos esta situación rodeados de gente desconocida, en un pueblo aislado, con una desconfianza hacia estos lugares ya predeterminada…
Lo primero que hicimos fue llamar a Itziar, que se encontraba en Antigua porque días atrás tuvo que acompañar a Cris de vuelta a la capital ya que nuestra compañera volaba hacia Bulgaria. Así que Maite, Asier y yo, nos pegamos al teléfono y hablamos con Itzi comentando lo que se nos acababa de comunicar. Enseguida buscaron fuentes externas al gueto informativo que suponía San Mateo, y se nos confirmó que las noticias eran verdad, pero que aún no había carretera cortada y la municipalidad (el ayuntamiento) estaba intacto (al contrario de lo que también se nos insinuó). Si se cortaban las carreteras probablemente sería a las 7 de la mañana, y en el hipotético caso de que se cerraran, había maneras de salir de allí (atravesando el bloqueo a pie o llamando a quien hubiera que llamar -¿embajada?- en nombre de una ONGD con voluntarios atrapados en un pueblo por un conflicto local… suena gracioso, pero era real). Bueno, el caso es que se nos insistía en que estuviéramos tranquilos, que no corríamos peligro… pero Itzi nos pidió que en ningún momento saliéramos del hostal. Nos tomamos el asunto a carcajadas, obviamente, ya que de repente parecíamos extranjeros en una zona guerra. Pero tras las carcajadas también había malestar, para qué engañarnos. Éramos «turistas» en un ambiente altamente reivindicativo con el territorio y sus derechos, y muy reacio a fuerzas extranjeras (totalmente comprensible). Al que con sorna nos había comunicado este problema durante la cena, como si fuéramos típicos guiris de cabeza hueca, tal vez alguien debió advertirle de que, como vascos, sabíamos bastante de reivindicación y conflictos…
El caso es que Itzi, que de Guatemala conoce un rato, nos pidió que no saliéramos del hostal por precaución, ni siquiera para desayunar. Debíamos esperar a que llegara el chófer por la mañana y subirnos directamente a la furgoneta. Sí, en aquel momento hacía tanta gracia como ahora leyéndolo. Pero Itzi temía realmente que nuestra condición de extranjeros nos pusiera en una situación… comprometida. Aún así no tuvimos que aplicar estos consejos, porque tras una noche realmente extraña, llena de sentimientos encontrados, ruidos, nerviosismo y una acuciante inseguridad, a las 5 y algo de la mañana el teléfono sonó y Maite se levantó de un brinco a avisarnos: «En diez minutos viene una furgoneta a recogernos, preparad todo».
Sigilosos, bajamos al primer piso del hotel cargados con mochilas y maletas. Aquella era una mañana totalmente desapacible. Oscura, niebla espesa, caía una lluvia fina… no se oía un alma. Estábamos nerviosos. Yo, al menos, no por miedo, porque aún no visualizaba ningún tipo de peligro posible, yo estaba nervioso porque quería asegurarme de que salíamos de allí esa misma mañana.
La furgoneta tardó más de lo previsto pero finalmente llegó, y una vez dentro inició la marcha hacia Santa Eulalia, el pueblo donde supuestamente se establecería un bloqueo. No vimos rastro de protesta alguna, quizás porque era muy temprano. Nuestro conductor recogió a unos pobres críos que iban camino al colegio y se habían calado esperando al bus. Les pagamos el viaje (era demasiado injusto que les cobraran un viaje ya pagado por nosotros).
Actualización 1: muchos meses después Itziar nos confesó que aquella noche había hablado con la embajada para pedir que nos sacaran de allí. La embajada se lavó las manos.
Actualización 2: a diciembre de 2016, la misma empresa española, Ecoener-Hidralia, que por sus acciones irresponsables nos puso en «riesgo» en San Mateo Ixtatán ha decidido retirarse del territorio indígena guatemalteco. El pueblo ha ganado.
No tardó mucho hasta que don Guillermo, nuestro chófer, llegara a Santa Eulalia y nos recogiera. Hicimos el trasbordo de puerta de furgoneta a puerta de furgoneta. La aventura prosiguió de camino ascendente hacia los Cuchumatanes, ya que aquellas carreteras empinadas y mojadas, llenas de curvas, no estaban diseñadas para una furgoneta como la nuestra. Guillermo hizo varios intentos en varias curvas problemáticas, y sólo consiguió superarlas cuando Maite, Asier y yo nos pusimos sobre el eje trasero del automóvil para aumentar el peso sobre él.
Por lo demás, el viaje continuó con normalidad hasta Xela. Al final, conseguimos escapar de San Mateo Ixtatán [risas].
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