Playas de Railay. Bienvenidos a la Tailandia de Andamán
Después de unos días en Bangkok, aunque habría estado bien ir hacia el Norte a conocer Chiang Mai, Chiang Rai o la cercana Ayutthaya, nuestro viaje proseguía hacia el sur, hacia el Golfo. Esa era la prioridad en esta aventura: el Golfo. Playas de Railay, allá vamos.
De Bangkok a Krabi en tren nocturno
Iniciamos el largo viaje hacia el sur en la estación de trenes de Bangkok, Hua Lamphong Train Station. A eso de las 19:30 cogimos un tren nocturno en el que tendríamos cama para dormir durante casi doce horas. No fue una mala experiencia. El tren estaba limpio, las mantas eran nuevas, había servicio de cena y desayuno… A algun baño había que entrar tapándose la nariz por el hedor, pero eso son luego divertidas anécdotas. Y por la noche tenían puesto el aire acondicionado, así que recomiendo ir algo abrigado para no pasar fresquillo como pasé yo.
Autobús de Surat Thani a Ao Nang
«Fiftin minuts Surat Thani!!»
Esa era nuestra parada: Surat Thani. Nada más bajarnos del tren, en una plaza con autobuses, una mujer preguntaba a todos los viajeros cuál era nuestro destino y nos pedía que le enseñáramos los billetes. Nosotros a Krabi y de Krabi a Ao Nang. Así pues tuvimos un largo trayecto en bus hasta la localidad de Krabi y allí nos dejaron en una especie de… «punto de dispersión» donde diferentes furgonetas llevaban a los viajeros a sus destinos correspondientes tras hacer cierto trámite y pagar unos cuantos baths más (esto nos lo comentó el agente de Bangkok, así que no hubo sorpresa). La nuestra tardó un poco, pero de mientras pudimos hablar con unos españoles en la misma aventura que nosotros. «Ao Nang!!» Al fin nos recogieron y con otro grupillo de gente nos trasladaron hasta esta turística zona costera, para dejarnos amablemente a pocos minutos de nuestro hostal, el P.K. Mansion.
Alojamiento mochilero en Krabi
La razón principal por hospedarme en Ao Nang era su cercanía con Railay y la imposibilidad de encontrar alojamientos baratos allí. Pero poco después oí hablar de Tonsai, la playa que linda con Railay. Tranquila, bonita y mochilera. Si quieres alojamiento barato en este entorno espectacular, busca un hostal en Tonsai, casi todos se encuentra cerca de la playa y podrás encontrar hasta acogedoras cabañas.
En la recepción del hostal recuerdo a una chica tailandesa joven muy guapa y simpática, con una maravillosa sonrisa que mostraba su aparato dental. Cuando hablaba con nosotros se sonrojaba y reía, y cada vez que pasábamos por la recepción se acercaba al mostrador y sacaba un tema con el que darnos conversación. Realmente muy maja.
Una vez en nuestra habitación, bastante limpia y confortable, no esperamos más. Organizamos un poco nuestras pertenencias y ¡a la playa! Que ya había ganas de ver el mar bañando las costas de Tailandia, el mar de Andamán en esta ocasión.
Disfrutamos un buen rato del sol y del relax en nuestras toallas y probamos por primera vez la calidez del agua de Andamán (con picaduras de medusa en mi cuerpo incluidas). Está bien bañarse en una playa tropical con palmeras y temperaturas exóticas, pero el agua nunca llega a refrescar, y para alguien del Cantábrico eso jode un poquitín.
Cuando el sol ya comenzaba a bajar y el calor se hacía más soportable, decidimos dar una vuelta por un paseo costero que llegaba hasta una playa «privada». Por el camino nos encontramos con nativos del lugar: monos. Era curioso verles vivir tranquilamente en la playa y en los árboles ante la mirada y el tránsito de numerosos turistas. Ni siquiera se apartaban cuando te cruzabas en su camino. Poco rato después uno de ellos intentó robarnos. Se acercó sigiloso y agarró la cartera en la que mi primo guardaba pasaporte, dinero… Por suerte se sintió intimidado cuando mi primo le descubrió y la soltó antes de desaparecer entre los árboles. ¡Menudo susto más tonto!
El paseo era precioso. Unas escaleras de madera se elevaban y permitían recorrer una empinada ladera llena de árboles y maleza para acabar por una vertiginosa bajada que llevaba directa a esa «playa secreta» (con una especie de «peaje», por cierto, en el que había que apuntar un nombre y el tiempo que se había estado en ella).
Los sonidos del mar y de la fauna selvática, poco más se escuchaba.
Llegaba la noche, y Ao Nang nos regaló un espectacular atardecer al borde del mar. Queríamos aprovechar el genial ambiente y clima nocturno así que fuimos a por algo de cenar y nos lo llevamos hasta el paseo de la playa. Allí vimos que un hombre vendía esas famosas lámparas voladoras que es tradición arrojar al aire en Tailandia y no pudimos dejar pasar la oportunidad de tirar la nuestra propia. Pensamos en la familia, pedimos buenos deseos y esperamos que el viaje continuara igual de bien. Fue algo bastante mágico.
Excursión por libre a las playas de Railay
El día siguiente sería largo (en el buen sentido) e intenso. Junto a la playa de Ao Nang había una pequeña oficina en la que se pagaba por traslados en bote de popa larga a las playas e islas de alrededor. La mayoría eran trayectos relativamente largos y por lo tanto «caros», pero nosotros íbamos cerca, íbamos a la península de Railay. Conocida por ser un lugar tranquilo, un punto importante de escalada y por tener unas preciosas playas. Los alojamientos allí son bastante caros, por lo que los mochileros se suelen quedar en Ao Nang o en Tonsai, como os comentaba antes.
La primera de las playas de Railay que pisamos fue la Hat Rai Leh West. Antes de conocer el lugar, tomé otro bañito y me volvieron a picar las medusas. Ampollas y quemaduras por los tobillos y pies que al cabo de dos horas desaparecieron… ¡Pero cómo escocían!
Después de visitar un poco el interior de la península Rai Leh (que es básicamente una calle peatonal con tienditas a los lados y resorts), comer en ella y ver el otro lado de ésta, decidimos alquilar un kayak (creo que unos 100 bahts la hora) y remar hasta el extremo de Railay, donde se encuentra la preciosa Phra Nang Beach o Phra Nang Cave Beach, la más fotogénica de las playas de Railay. Como la marea estaba baja, pudimos «aterrizar» en un pequeño islote que está justo en frente llamado Koh Rang Nok. Aquí sacamos algunas fotos del espectacular paraje y tuvimos la suerte de poder nadar con un pequeño tiburón que investigaba la zona y de ver medusas gigantes moradas.
Mientras que la pequeña cala de la Koh Rang Nok estaba formada por corales troceados muertos, la arena de la Phra Nang era fina como el polvo.
Después de relajarnos un poco en este idílico lugar decidimos tirar de brazos y hombros y kayakear un poco más para dar una vuelta a la península. Acabamos bastante cansados y con las espaldas rojas tostadas al sol, pero mereció mucho la pena. Para volver a Ao Nang y no tener que pagar un bote de popa larga nosotros solos tuvimos que esperar a que se apuntaran más viajeros, y así deshicimos el camino por mar que hicimos a la mañana y nos despedimos de las playas de Railay.
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