Descubriendo Borobudur, el templo budista más grande del mundo
La misma noche del día raro, hicimos uso de los tours que ofertaban en nuestro hostal. Decidimos contratar el tour de un día del templo Borobudur y el templo Prambanan para la jornada siguiente.
El tour comenzaba yendo temprano a una colina cerca del templo de Borobudur a ver el amanecer. Con un poco de suerte las nubes no nos chafarían el plan. En la furgoneta que nos recogió en Bladok conocimos a Antoinette y a Brenda, dos chicas peruanas (no se conocían entre sí) con las que compartiríamos muchos más momentos. Aún era de noche, y durante el viaje nos dio tiempo a conocernos un poco y a discutir lo temerario que era conducir por las carreteras indonesias.
Amanecer en el mirador Punthuk Setumbu
Llegamos a las laderas de Punthuk Setumbu, el mirador desde el que disfrutar del amanecer con vistas al templo de Borobudur. Aún estaba oscuro e iniciamos la breve ascensión. En lo alto de la colina se agolpaban numerosos turistas luchando por conseguir un buen hueco desde el que esperar al sol. El cielo estaba bastante cubierto y temíamos que no se pudiera disfrutar del amanecer, pero finalmente fuimos testigos de una bonita estampa.
La mayoría de la gente guardaba silencio, solamente se escuchaban los disparos de las cámaras y los sonidos de la selva. Era bastante especial estar en medio de la naturaleza javanesa. De repente me vi rodeado por la belleza de Java. Algunos turistas iniciaban el descenso antes de que el paisaje mostrara todo su potencial. Sé cómo funcionan los amaneceres y atardeceres, y cuando crees que el espectáculo ha acabado el cielo te regala nuevos colores y juegos de luces.
Los cuatro volvimos a la furgoneta, nos reunimos con los otros dos compañeros de tour (una pareja holandesa que -el mundo es un pañuelo- volveríamos a encontrar semanas más tarde) y le dijimos al chófer que podíamos partir hacia Borobudur.
Ya de día, Unai y yo pudimos observar por primera vez los bastos campos de arroz de Java. Hasta entonces, fuera de Yogyakarta, sólo nos habíamos movido de noche, así que fue genial ver la belleza verde de la isla y la silueta de algún que otro volcán. ¡Leches! Estábamos en Java.
Visita al templo budista de Borobudur
En Borobudur nos ofrecieron un rico desayuno (incluido en el paquete del tour) antes de entrar en el recinto. Para acceder yo pagué la mitad por mostrar mi carné de la universidad (que no se os olvide llevar el carné de estudiante si tenéis uno).
Entrada a Borobudur: RP 240.000
La mitad con carné de estudiante.
De Borobudur poco se puede decir con palabras más que es una preciosidad antiquísima, y que merece la pena desenvolverse sin prisa por su interior, disfrutando de todos los detalles. Es el monumento budista más grande del mundo y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Es uno de esos sitios en el mundo que hay que visitar una vez en la vida.


Que no te extrañe si los visitantes indonesios se quieren sacar fotos contigo, probablemente no hayan visto a muchos turistas antes y les parezcas algo singular. A mí no me ocurrió (al menos en Borobudur no), pero a muchos viajeros les pasa.
Salir de Borobudur es otra pequeña aventura, al menos si eres tan inocentón como nosotros. Junto a unos rudimentarios carteles de «EXIT» unos hombres nos decían «por aquí no, por ahí está la salida», indicándonos un camino distinto al que habíamos utilizado para entrar. Picamos. Ese camino lleva a la salida, sí… pero tras pasar un laberíntico mercadillo en el que intentan venderte de todo. Un horror. Parecía no terminar. Todos los turistas picaban pero si lees esto podrás ser más listo. No les hagas caso, vuelve por donde has entrado, y si se ponen burros diles «OK, OK! solamente voy a tomar un par de fotos desde allí» y listo.
Travesía por el kraton y visita al Water Castle
La segunda mitad del día la íbamos a pasar en Prambanan, un conjunto de templos hinduistas a las afueras de Yogya, también Patrimonio de la Humanidad, pero la pareja holandesa nos dijo que ellos habían estado el día anterior y que habían quedado desencantados porque el lugar se encontraba en obras (con ruidos incluidos). Esto nos chafó mucho las ganas de ir, porque además la entrada costaría otros 15 o 20 pavos, y otro plan nos llamó mucho más la atención: conocer las entrañas de Yogyakarta con Antoinette (que también tenía pensado ir a Prambanan). Eso sí, vosotros no perdáis la oportunidad de ir si las condiciones son favorables.
Así que, de vuelta en Yogya, cogimos un par de becaks después de comer y pedimos que nos llevaran al Water Castle, el antiguo palacete de los sultanes, para después introducirnos en las callejuelas del kraton a pie y relajarnos con la calmada vida de este barrio.
Plan de ocio nocturno en Yogyakarta
De vuelta en el hostal Antoinette y yo tuvimos tiempo de hablar y tomarnos unas cuantas birras. Yo acabé borracho, literal. Pero fue una buena conversación. Gran persona.
Brenda, nuestra otra amiga peruana que a partir de entonces se convertiría en compañera de viaje, hizo sus propios planes tras Borobudur, pero quedamos en reunirnos a la noche para cenar juntos y tomar unas cervezas. En uno de los estrechos gangs encontramos un bonito restaurante de dueños hispanohablantes y compartimos charlas y risas. Unai pudo probar la pitón y la cobra flameadas (yo probé un cachito… no sabía a nada en especial). Y después buscamos un pub cercano a nuestro hostal con música en directo (que resultó ser música de la buena) donde tomar las últimas birras.
Nos despedíamos de Antoinette. A la mañana siguiente ella buscaría un vuelo temprano hacia Bali, y nosotros otro hacia Surabaya. Nos esperaba el Parque Nacional del Gunung Bromo. Brenda tenía el mismo destino que nosotros, pero iría en autobús. Si había suerte nos reencontraríamos la siguiente noche en Cemoro Lawang. Y la hubo.
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