Latefossen y un fin de semana de lluvia en Noruega
Tras la ascensión exprés a Trolltunga estábamos bastante cansados, pero nos alegrábamos de haber tomado la decisión de bajar esa misma tarde porque el tiempo que anunciaban a partir del día siguiente era apocalíptico, y no nos hubiera molado hacer 11 kilómetros bajo una tormenta. En fin, algún día nos tenía que tocar vivir la lluvia en Noruega.
Dormimos en el camping de Odda
Después de esperar 45 minutos a un taxi-bus, éste nos bajó hasta el parking donde teníamos el coche (y que habíamos evitado pagar). Nos despedimos entonces de Jesse y Annaliese, y en 5 minutos llegamos a Odda. Fuimos directos al camping de la localidad y nos encontramos la recepción cerrada. Eso no impidió que entráramos y buscáramos un sitio donde colocar la tienda, cosa que conseguimos a pesar de que el camping estaba repleto. «Ya pagaremos a la mañana» -nos dijimos (…)
Soplaba viento y había refrescado bastante. Mientras hacíamos uso de los baños -para asearnos mínimamente- y cenábamos, lo único en lo que yo pensaba era en meterme en mi saco, lo cual no tardó mucho en ocurrir. El nuevo día llegó en un abrir y cerrar de ojos… y nos fuimos sin pagar.
Aunque al encontrar la recepción cerrada no pudimos pagar (ejem…) os dejo el hipotético precio del Odda Camping.
Coche + tienda + dos adultos: 210 NOK
Nuestro siguiente objetivo en el camino era Preikestolen, pero habíamos ahorrado un día bajando de Trolltunga la pasada tarde, y teníamos un par de jornadas más como colchón para poder esperar a que el clima mejorara, por lo que no teníamos excesiva prisa en llegar hasta allí.
Ya que estábamos en Odda, decidimos echar un vistazo al cercano glaciar de Buerbreen, brazo del enorme glaciar de Folgefonna, aunque nos contentamos con verlo desde el valle. El camino sube hasta el hielo del Buerbreen, sigue por Folgefonna y promete impresionantes vistas, así que si os veis con ganas ¡ánimo!
Latefossen, la cascada en la carretera
Seguimos hacia el Sur y al cabo de unos 10 km llegamos a las conocidas «cascadas gemelas» de Låtefossen, que caen justo al lado de la carretera y conducen su torrente por debajo de ella.
El día lluvioso no acompañaba demasiado así que una vez tomadas las fotos salimos rápido de allí, como queriendo dejar atrás las nubes negras. No lo conseguimos por mucho tiempo.
Alojamiento en camping cerca de Preikestolen
A unos 25 km de Stavanger nos detuvimos en un camping junto a la carretera, Wathne Camping. El sitio nos pareció agradable y Betty, la dueña, realmente simpática y hospitalaria. Podía ser un buen lugar para descansar y esperar a que el clima mejorara. Si la previsión era cierta, tras el fin de semana el sol brillaría en Preikestolen.
Montamos la tienda en un agradable trozo de césped verde, y pasamos la mayor parte del tiempo en el porche de la casa principal, equipado con mesas y cómodos sillones. Era un lujo ver llover desde aquí.
Tuvimos tiempo de socializar, tanto con algunos huéspedes como con los dueños, un matrimonio estadounidense muy muy MUY creyente. De hecho, eran creacionistas, la rama más radical de la fe cristiana. Eran buenas personas, realmente amables, así que no quiero que la palabra «radical» se malinterprete. Su creencia era radical, esa idea de que la ciencia miente y toda la verdad está en la Biblia… pero no eran fanáticos que fueran a hacer daño a nadie, que conste. Yo, de todas formas, no me siento muy cómodo hablando con gente así de dicho tema, porque soy profundamente ateo, y debatir con alguien que niega todo lo probado me resulta como hablar con un muro. Tuvimos nuestros debates ciencia vs. fe con Sam, el dueño, pero como es obvio no llegaron a ninguna parte, solamente a una insinuación de que iríamos al infierno por no creer.
Aun así, Sam, que además era pastor pentecostal (vete a saber qué es eso), quiso llevarnos por el buen camino (o eso me pareció) y nos invitó a la misa del domingo que ofrece en el propio camping. Why not?
La siguiente mañana tocó misa (quién me lo iba a decir), y la verdad es que fue realmente interesante vivir una de estas celebraciones que acostumbramos a ver solamente en películas. ¡Amen! ¡Aleluya! ¡Ouh yeaaah! ¡Jesus loves you! Y cosas de esas… además de un sermón poco sutil sobre por qué los ateos estamos condenados al fuego del infierno. Me sentí algo molesto cuando Sam nos contó que vio enfermedades y cánceres curarse milagrosamente sólo por rezar… o cuando exclamaba ilusionado que el cielo es una ciudad de oro macizo con mansiones y riquezas para todos… En fin.
Lo importante es que ellos eran majos y el camping estaba muy bien. Baños muy acogedores y cálidos, una cocina libre totalmente equipada…
Esa tarde hubo tiempo para conocer a un grupo de jóvenes franceses, que disfrutaban de unas vacaciones pagadas por el Estado francés, y a sus monitores. Mark, uno de los chavales, era un apasionado de la fotografía y le encantó que compartiera con él algunos conocimientos. Las conversaciones se alargaron con los monitores hasta el anochecer, cuando los muchachos ya habían sido enviados a sus tiendas, ¡e incluso nos invitaron a pizza! Se unió una pareja de alemanes, Clara y Tommy, que además compartieron con nosotros una botella de un licor muy rico. Por si fuera poco, nuestros viejos amigos polacos, Pawel y Patryk, llegaron por sorpresa para volver a formar parte de nuestro viaje.
Y las horas finales de aquel fin de semana lluvioso transcurrieron así, entre nuevos amigos. Al día siguiente la meteorología mejoraba y eso sólo significaba una cosa: Preikestolen.
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