La aventura se acaba en Bangkok
Alojamiento céntrico en Bangkok
El tren llegó a la estación de Hua Lamphong a eso de las cinco de la mañana. Ya estaba amaneciendo y, aunque Bangkok es una de esas ciudades que dicen que nunca duermen, el centro de la ciudad estaba curiosamente silencioso y desértico, sin apenas tráfico. Nuestro hotel, el SK Boutique, se encontraba justo en frente de la estación. Allí pasaríamos nuestra última noche en Tailandia.
Como llegamos muy pronto y no se podía hacer check-in hasta cierta hora, tuvimos que esperar en la zona de descanso cargados con nuestras mochilas. Al menos tuvimos unas horas para tumbarnos en los sofás y dormir un poco.
El hostal estaba bien cuidado, en la recepción eran muy majos y bromistas (pero me resultaba difícil pillar las bromas en inglés con su acento thai, y a veces me quedaba mirándoles como un tonto), había un servicio de restaurante, ordenador… Las habitaciones estaban limpias y cuidadas.
Teníamos un día para visitar algún que otro rinconcito del centro de Bangkok, hacer las últimas compras… A mí me daba bastante pereza salir a la vibrante ciudad, pero más por el cansancio del viaje y porque el chip de mi cabeza estaba en modo «vuelta a Bilbo» que por otra cosa. De hecho, ese día dejé las cámaras bien guardaditas en el hostal, y me conformé con las fotos que sacara mi primo.
Cogimos un tuk tuk y decidimos ir a dar una vuelta a la zona del MBK, uno de los megacentros comerciales de Bangkok, que es ya de por sí una atracción turística (en parte por contener productos «sin ley», copiados, falsificados…). Nos habían dicho que merecía la pena visitarlo, así que probamos. Nada especial para mí, un edificio enorme, muchísimas tiendas, todo tipo de souvenirs tailandeses, combates de muay thai, cines, salas de videojuegos, restaurantes, colegiales/as thais después de haber salido de la escuela… Algo como las grandes superficies de aquí pero más a lo bestia.
Mi primo se hartó a comprar cosas, yo ya tenía lo que necesitaba para la familia. Lo único por lo que pagué allí fue por un McFlurry, sí, ese helado que venden en todos los McDonalds del mundo. Allí resultó ser un miniMcFlurry, ¡no le llega ni a la suela de los zapatos a los nuestros!
Chorradas a parte… Bangkok, para los anti-urbanitas como yo, es una ciudad que hay que aprender a disfrutar. Puede ser algo traumática nada más llegar a ella, pero si te lo tomas con tranquilidad y humor te llegará a gustar. Hay que soltarse un poco, dejarse llevar, apreciar el momento.
Regreso a casa
Al día siguiente nos levantamos muy prontito para dejar libre nuestra habitación y coger un taxi que nos llevara hasta la parada del SkyTrain. Éste nos llevó directamente al aeropuerto dejándonos por el camino bonitas vistas de la ciudad, y una vez llegados allí comenzaron las esperas para validar el billete, facturar, los controles, etc. Cada acción resultaba pesada por la tristeza de finalizar la aventura, y a la vez ligera por las ganas de contarle todo a nuestra familia y amigos.
«Sólo» quedaban 12 horas hasta París, y desde París hasta Bilbao otro par de ellas. Intentaríamos disfrutar lo más posible del trayecto y esperar que pasara rápido.
Como curiosidad os dejo la foto que para mí supuso la guinda del pastel: poder contemplar los Himalayas con mis propios ojos, en un día claro como el cristal. Mágico. Se me humedecieron los ojos…
TAILANDIA fue el primer y gran viaje de mi vida. Una aventura maravillosa y especial para cumplir un sueño propio. Un día me propuse visitar aquel maravilloso país, y pasó un tiempo hasta que confié en mí mismo y decidí llevarlo a cabo, aunque fuera solo. Por eso no es sólo un viaje en el que he conocido parajes, gente y cultura nuevas sino uno en el que me he descubierto a mí mismo y que me ha definido como persona para el resto de mi vida.
Sin duda, la experiencia se puede mejorar. Se puede mejorar volviendo allí durante más tiempo, a conocer más gente e ir a más lugares. Conociéndome mejor y permitiéndome más libertades, más conciencia del momento, de lo que me rodea en un instante. Éste, viajar con la mochila en busca del paraíso, es un estilo de vida, mi nuevo estilo de vida.
Tailandia me ha abierto al mundo y es el punto de partida para conocer todos los rincones de este planeta con los que sueñe. Me ha hecho ver que cumplir mis sueños es posible si me lo propongo y lucho por ellos. Y es por eso, por lo que ha significado para mí, por lo que le estaré a este increíble país eternamente agradecido.
Hasta la próxima, Tailandia, hurrengora arte!
Diario anterior: Últimas experiencias en Koh Tao antes de volver a Bangkok
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