Kapas, una joya única en el mar de Malasia
No muchos lugares en el mundo ofrecerán este aura de intimismo, este hogareño recibimiento, acompañados por las orillas más espectaculares que pueden existir. Kapas es una isla pequeña, a pocas millas de la Malasia continental, y gran parte de su superficie está despoblada, dominada por la jungla. Sólo algunas playas al oeste presentan una huella humana y brillan por la noche con la luz artificial de unos cuantos hoteles.
En ciertas épocas hay tan poca gente en la isla que no es difícil que todas las caras con las que te cruces te resulten familiares; y familia, o en su defecto amigos, es en lo que se convierten con facilidad muchas de estas personas. No tardé en hacer buenas migas con algunos de los trabajadores de KBC que, como yo, llegaron un día a Kapas, se enamoraron de la isla, y se quedaron a trabajar en el alojamiento como voluntarios. Mentiría si dijese que no me sentí tentado de imitarles…
La oportunidad de conocer gente nueva se presenta en el restaurante, en los dormitorios comunes o en los partidos de volleyball que se organizan por la tarde. Se me acogió como a uno más desde el primer momento en todos los ámbitos. Y a veces también se puede hacer algo bueno por la isla mientras uno se relaciona, como ayudar a plantar corales.
Se toman corales rotos por el paso de las lanchas (todavía vivos), se cortan y se pegan a piedras para después ser colocados en una zona protegida de la costa para que crezcan. Una buena práctica que no sólo ayuda a rehabilitar el arrecife de Kapas sino a crear conciencia. Bravo.
Las playas de Kapas
Esperé con ganas el nuevo día para poder comenzar a explorar las playas de la isla. No tiene ninguna pérdida, sólo hay que seguir la orilla y se va saltando de arenal en arenal normalmente a través de pasarelas pavimentadas que salvan tramos de rocas. Perdí la cuenta de cuántas veces hice este camino, porque me encantaba perderme en la soledad de estas playas, y dependiendo de la marea o la luz me las encontraba más bonitas.


Perdía de vista a los humanos durante tanto tiempo… me resultaba ridículo que tuviera todo esto para mí.
Al final del sendero se llega a una preciosa playa de aguas transparentes repletas de corales y peces payaso, cuyos fondos disfrutaría días más tarde, frente a la que se encuentra Pulau Gemia, islote privado propiedad de un resort.
La pasarela acababa aquí. Las siguientes rocas parecían infranqueables. ¿Será que no hay nada más allá? Me parece ver algo… Lo comprobaré en otra ocasión…
Al sur del «poblado» (donde se encuentra KBC y yo hacía vida) se encuentra la playa más alargada, también levemente invadida por algunas infraestructuras. Con el mar en calma, este extenso arenal blanco y sus aguas turquesas quitan el hipo.
En su extremo sur, junto al ambiente hippie de Captain Longhouse, unas escaleras se adentran en la selva y conducen al interior de la isla, a una pequeña cala llamada Turtle Beach y a una especie de faro. Me arriesgué a subir sus escaleras para sacar alguna foto desde las alturas, aunque el acceso a su parte más alta está cerrado.
En unas pocas horas ya me había recorrido toda Kapas, pero no creo que nadie sea capaz de cansarse de esta isla. De hecho, decidí alargar mi estancia aquí antes de volver a Kuala Lumpur para acabar el viaje. Iba a absorber este paraíso hasta su último grano de arena.
No me vas a asustar con tus rayos, Kapas, no me voy de aquí.
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