Tailandia

Tailandia nos descubre un pequeño paraíso llamado Koh Tao

Nos dormimos, así que el encargado del hotel tuvo que venir a tocarnos la puerta para levantarnos. ¡Qué más le daba, si en temporada baja no se ocupan todas las habitaciones! 😛 Aún faltaba un rato para irnos, y nos llevarían en furgoneta hasta el embarcadero para tomar el barco a Koh Tao, por lo que nos quedamos allí un poco más y aprovechamos para desayunar.

Barco de Koh Phangan a Koh Tao

El barco que nos llevaba hasta Koh Tao era de nuevo un catamarán de alta velocidad de Lomprayah, pero esta vez el viaje duraría un poco más, ya que la isla se encuentra a algo más de 50 kilómetros de Phangan.

Barco Lomprayah de Koh Phangan a Koh Tao: 500 THB

Barco a Koh Tao


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Koh Tao es pequeña comparada con sus hermanas del Golfo Samui y Phangan. Se puede recorrer perfectamente a pie si no te importa hacer algo de senderismo. En tailandés significa «isla tortuga», quizás porque no es difícil ver algunas tortugas en sus aguas. Está rodeada por pequeñas construcciones y cabañas pertenecientes a hoteles y resorts, pero también hay mucho lugar para los mochileros. De hecho, Koh Tao es un punto muy importante de encuentro para el viajero independiente, y mucho más significativo para el que quiere aprender a bucear. Se podría decir que esta isla es una de las capitales mundiales del buceo, y pasar por aquí sin probar sus profundidades es un delito.


Barco a Koh Tao


En el embarcadero de Koh Tao, nada más bajar del catamarán, hablamos un poquito con una pareja catalana. ¡Hay que ver la cantidad de catalanes que hay viajando por el mundo! ¿Los vascos no viajamos? ¡Claro que sí, luego encontraríamos algunos! Según lo comento en mis videos (porque yo no me acuerdo) tenían ya alguna titulación de buceo conseguida en Koh Phangan o Koh Samui, y aquí pretendían ampliar el curso.

Alojamiento mochilero en Koh Tao

Allí nos recogió una furgoneta (de nuevo de estas rancheras americanas sin la parte de atrás… donde fuimos subidos, a punto de convertirnos en huevos fritos al sol) que nos llevó hasta la Ao Chalok Baan Kao, una preciosa bahía con algunos restaurantes, unos pocos resorts, escuelas de buceo, chiringuitos… bastante encantadora. Entonces buscamos el que sería nuestro hostal durante nuestra breve estancia en la isla: Carabao Diving. Este hostal compartía edificio y nombre de empresa con una escuela de buceo, pero no sería ésta con la que nosotros bucearíamos.


Barco a Koh Tao


Estábamos encantados con nuestra habitación, porque estaba bien cuidada, el baño era impoluto… y porque teníamos el único balcón -al menos de este lado- con vistas a la playa y toda la bahía. ¡Éramos privilegiados! Justo en frente teníamos un chiringuito al que a la noche le sacaríamos jugo…


Barco a Koh Tao


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Lo que haríamos ahora era ir a visitar a los que, desde entonces, son grandes amigos: la gente de la escuela de buceo IHASIA. Es una empresa española (ahora, si no me equivoco, se dedican también a la multiaventura) que da cursos en inglés, castellano, catalán y -si en el momento anda trabajando algún euskaldun- también en euskera. Se puede hacer desde un sencillo bautizo de buceo hasta convertirte en un profesional con algo de tiempo.
Con el primero que hablamos al llegar al «local» (es un pequeño edificio azul con un porche y una terraza justo encima de la playa) fue con su gerente: Brujo. Un tío majísimo que, aunque nació en Madrid, vivió durante 10 años en Bilbao y -a mí me da la impresión- ¡se siente más vasco que otra cosa! De hecho, la Ikurriña ondea colgada de la fachada de IHASIA y allí seguirá. Hablamos con él de todo un poco y quedamos con que al día siguiente haríamos un bautizo de buceo.


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Atardecer y noche en Chalok Baan Kao

Dimos una vuelta por Chalok Baan Kao aprovechando que el sol se escondía y ofrecía unos colores preciosos con el atardecer. A medida que la playa se oscurecía el cielo resplandecía con morados, naranjas y rojos, y el paseo se llenaba de lucecitas de restaurantes o hoteles.




Después de cenar en un restaurante de la playa, de vuelta en la habitación oímos la musiquilla del chiringuito de abajo y nos dijimos «¿Vamos a potear algo?», y allá que fuimos. No sé si el término potear se entiende fuera de Euskadi. Es básicamente «ir a tomar algo». Pero lo que acabó ocurriendo no lo llamaría «tomar algo».



Allí, en ese magnífico chiringuito de madera, construido sobre pilotes sobre la playa, con buena música y buena ambientación lumínica, descubrimos una bebida bastante barata (70 bahts) llamada Night Dive. Los ingredientes… sólo yendo a Koh Tao 😉 El caso es que sentados y conociendo a unas canadienses muy simpáticas, y tomando una y otra y otra… la cosa se fue desmadrando y se convirtió en una noche de parranda.


Como decía, se acercaron a nosotros tres canadienses muy majas, y quizás fueron ellas las que nos contagiaron el entusiasmo ya que no paraban de pedir chupitos y tragos demoledores de mil tipos… El «tabernero» (en todo caso, chiringuitero) no paraba de insinuarnos que ligáramos con ellas. Otro de los «taberneros» bajó a la playa a hacer malabares con fuego. ¡Espero que no estuviera borracho!



Por si aquello no fuera suficiente locura se pusieron a lanzar fuegos artificales desde la playa. La verdad es que verlos explotar justo encima nuestro y ver su reflejo en el calmado mar era precioso.



Night Dive, Night Dive, Night Dive… y los recuerdos se van difuminando. Los videos de aquella noche cesan en un momento determinado. A partir de ahí seguimos entablando conversaciones con nuestros nuevos amigos y sólo me acuerdo de la vez que tuve que bajar a todo correr a la arena para… bueno, para refrescarme. Luego volví al chiringuito, diciendo a todo el mundo «It’s okay, I’m okay!».
La siguiente imagen que tengo es la de mí, tumbado boca arriba en el suelo entre el baño y la habitación a las tantas de la madrugada. Prefiero no saber cómo me quedé dormido ahí. Cuando saliera el sol había que ir a bucear. Buuuuffffff…

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David

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