Procesión en Antigua y erupción del volcán de Fuego
De vuelta a Antigua Rafael nos llevó por una carretera secundaria que se abría camino entre los volcanes Agua, Fuego y Acatenango. La visión del Volcán de Fuego echando polvo y nubes oscuras era increíble, más cuando lo tuvimos a pocos kilómetros del coche. Nunca hubiera imaginado (aunque sí lo deseaba con todas mis fuerzas) que Fuego nos tendría reservado un regalo tan especial para la noche…
Semana Santa en Antigua Guatemala
La propia Antigua tenía preparadas para nosotros varias sorpresas. El pueblo se revolucionó para dar cabida a una de sus gigantes procesiones. Tuvimos la idea de salir antes del hotel para presenciarla, y más tarde ir a cenar. No hizo falta desplazarnos, ya que en cuanto salimos por la puerta del hotel nos dimos de bruces con las túnicas blancas y moradas, los estandartes religiosos y los iconos de vírgenes y santos.


La mitad de Antigua recorría, en dos hileras, las calles de la ciudad, preparando el paso de las vírgenes y los santos. Después de los hombres, llegó la de las mujeres, la mayoría engalanadas con mantillas y colores oscuros. Algunos de los penitentes se agrupaban y juntos se arrodillaban al tránsito de la plataforma. ¡Pura Guatemala! Pura centroamérica.
El Volcán de Fuego entra en erupción
Íbamos camino de las chelas y la cena cuando, entre algunos árboles, vislumbré la figura del Volcán de Fuego y sus expulsiones de polvo. Preparé mi cámara, accioné el teleobjetivo y me dispuse a sacar la foto. Un momento… ¿Qué es eso rojo? No puede ser. ¡No puede ser! Llamé a los compañeros y observamos perplejos. El Volcán de Fuego comenzó a expulsar lava, cantidades enormes de lava.
No me lo podía creer. Aquello que tanto deseaba se me ofreció en uno de mis últimos días en Guatemala. Al fin viví un volcán en erupción. Me sonreía la suerte. La espectacularidad aumentó según se escondía el sol. Nos movimos hacia un punto de la ciudad desde el que se vería bien, y allí estaba, Fuego echando fuego en todo su esplendor, escupiendo lava incandescente a cientos de metros de altura, dejando correr los ríos rojos y naranjas por sus laderas.
Mi felicidad era absoluta, y creo que la familia de Betty lo notó cuando llegamos a su casa para cenar. Fue enormemente agradable aquel rato con Betty y los suyos, hablando de tantas cosas y riendo tanto. ¡Y degustando la sabrosa cena de Betty! ¡Qué rico, madre mía!
No sería la última vez que estaríamos allí, ya que aún nos quedaban muchas horas en Guatemala, y ya tendríamos tiempo de despedirnos.
Os dejo aquí un vídeo de esa misma noche (1º de marzo de 2015) grabado por un videógrafo con mejor lente fotográfica que yo. ¡Esto es lo que veíamos desde Antigua!
No Hay Comentarios