Koh Tao, haciendo del paraíso mi hogar
Durante mi primer y fugaz paso por Tailandia apenas había tenido tiempo de disfrutar de Koh Tao, y eso es algo que pretendía compensar esta vez.
El ferry de Lomprayah atravesaba el mar a toda pastilla y a los que nos habíamos sentado en su cubierta superior nos zarandeaba el viento del golfo.
El viaje, bastante largo, nos adormeció, pero cuando la silueta de la «isla tortuga» apareció en el horizonte los ánimos reaparecieron. Lo primero que vimos fueron las aguas turquesas y las lenguas de arena de la pequeña Koh Nang Yuan, en la que el ferry se detuvo para descargar provisiones del resort que monopoliza el islote.
Ya atracados, junto al puerto me esperaba una furgoneta que mis amigos de Ihasia habían mandado para recogerme y llevarme hasta Chalok Baan Kao, la preciosa bahía donde se encuentra la escuela de buceo. Con ellos obtendría el certificado de buceo Open Water, y con ellos me quedaría durante toda mi estancia en la isla, alojado justo encima de la escuela. Todas estas habitaciones y bungalows pertenecen a Laem Klong Resort, que también tiene su restaurante junto a la oficina de Ihasia. Home sweet home.
Es entonces cuando conocí a Ra, un tío genial que se encarga de la escuela en ausencia de Brujo, con el que estuve hace cinco años; y también a dos de mis futuros compañeros de Open Water, Boni e Iñaki, una pareja española encantadora que residía en Inglaterra hasta que lo dejaron todo para vivir una aventura en el Sudeste Asiático. Ellos habían llegado en el mismo ferry que yo, y la furgoneta que me recogió debió haberlos recogido a ellos también, pero los olvidaron… Me sentí un poco culpable 😐
Después llegaron Ana y Alex, francesa y catalán, dos joyas en forma de seres humanos, y otras guerreras como Desi y Helena, siendo esta última la única que no formaba parte de nuestro Open Water Team. Creo que absolutamente todos acabamos alargando nuestra estancia en la isla más de lo previsto. Yo, concretamente, me quedé 12 días.
¿Pero cómo no me voy a quedar con la tranquilidad que se respiraba en Chalok Baan Kao? Quizás no sea la playa más reluciente de la isla, pero era nuestra casa y la amábamos.


¿Cómo no me voy a quedar teniendo un restaurante que nos preparaba tortillas de patata siempre que quisiéramos? Creo que abusamos de esta habilidad gastronómica del cocinero de Laem Klong, pero no se encuentran tortillas de patata en Tailandia todos los días.
¿Cómo no me voy a quedar pudiendo disfrutar de aquel silencio bajo la oscura silueta de cocoteros a la luz de la luna? Sólo nuestras conversaciones y el gemido de los geckos retaban a la penumbra.


¿Cómo me voy a querer ir si todas las tardes el cielo nos regalaba espectáculos de fuego?
¿Cómo no me voy a quedar con tantos amigos con los que tomar un Night Dive por la noche en un psicodélico chiringuito sobre la playa? Sí, cinco años después, volví a tomar un rico Night Dive en aquel chiringuito y descubrí de qué estaba hecho. Prometí que volvería a averiguarlo, y cumplí mi promesa.
Nos vimos inmersos en una rutina que consistía en bucear, descubrir playas preciosas, comer tortilla de patata, disfrutar de atardeceres increíbles y celebrar una recién estrenada amistad. Koh Tao se convirtió en nuestro nuevo hogar.
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