Conociendo Panajachel, a orillas del Lago Atitlán
Apenas llevábamos unas horas en Panajachel, en el Lago Atitlán, y yo ya estaba enamorado del lugar. Y aún más cuando el sol cayó y todo empezó a iluminarse con la luz de la noche. Los encantadores restaurantes se llenaron de comensales preparados para cenar, y las calles, sustituyendo el vivo color de los tenderetes que cerraban, se inundaron de música centroamericana. Qué a gusto se estaba. Esas son las palabras.
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No lo he comentado antes, pero yo dormía como un bebé en Guatemala. Las habitaciones en las que habíamos descansado me hacían sentir a gusto y las camas solían ser grandes, de colchón duro. Qué decir del hotel en Pana… Mejor que en mi casa, o casi. Para las 21:30 o 22:00 ya estábamos durmiendo (yo caía rendido en 5 minutos, y soy de los que suelen tardar horas), y es que levantándose a las 6 de la mañana los días daban mucho de sí.
De compras en Panajachel
Amanecía en Panajachel y el día traía consigo muchas cosas de las que disfrutar, y también mucho que gastar… Tras el abundante desayuno (nunca he desayunado yo tan bien como en Guatemala, otra cosa a la lista de cosas que hago mejor en América Central) tocaba darse unas vueltas por el pueblo, sobre todo a la caza y captura de regalos para la familia. Éste es uno de los sitios en los que el regateo es indispensable. Puedes conseguir el precio hasta a la mitad de lo inicialmente ofrecido. Y no… aquí no es como en Tailandia, donde te da pena rebajarles un precio que para tí ya es bajo… Aquí el precio que ellos te dan es un buen sablazo al bolsillo europeo más acomodado. Así que más te vale regatear…
Nuestra amiga Maite demostró ser un hacha peleando quetzales. A mí, sinceramente, siempre me ha condicionado la vergüenza, pero en cuanto le cogí confianza vi que yo también valía para el negocio callejero, incluso me gustó. Me sentí mucho mejor que en Asia. No estás pidiéndole al comerciante un precio de pena, lo que estás intentando es que no te estafen, literal. Así que me dí rienda suelta y disfruté peleando verbalmente con los vendedores. Eso sí, debéis tener claro que hay veces que se gana… y hay veces que se pierde, lo que conlleva irte con las manos vacías o aflojar la cartera. Yo prefería irme de vacío, que algunos son mu listos! Y como decía… no, Guatemala no es un paraíso de las compras como Asia; aquí las cosas que el turista pueda fichar no están más baratas que en casa, por mucho que se comercie en quetzales. Haciendo el cambio el precio baja algo, pero mucho no. Pongamos un ejemplo de algo que también nos puede interesar en un viaje a Guate: la chela (cerveza 😀 ) en botella, podemos encontrarla a un precio de 15 quetzales = 1,82 €, quizás menos en algunos sitios, quizás más (hasta 30 quetzales) en otros.
Paseo por la orilla del lago Atitlán
¡Pero vamos a lo que vamos! PANA. Hechas las compras y visto el entorno callejero, volvimos al lugar que ayer nos había dejado alucinados: Atitlán. El lago se encontraba a escasos metros de nuestro hotel y la propia calle principal de Pana (en la que estábamos) acaba en sus orillas. Calle Santander.
Teníamos las fotos de rigor al atardecer, ahora necesitábamos las fotos de rigor durante el día. Y allí que estuvimos buscando nuestro hueco entre un grupo de jóvenes guiris. Con Atitlán da igual, por muchas fotos y videos que hagas no conseguirás plasmar la verdadera belleza del lugar. Hay que verlo en persona.


Para después había un agradable paseo por la orilla del lago, atravesando embarcaderos y chiringuitos apoyados en pilotes sobre el agua. A uno de ellos acudimos para tomarnos unas chelas (ya os comentaré qué marcas preferíamos nosotros) y al mismo tiempo seguir disfrutando de las increíbles vistas panorámicas. Era un entorno encantador el de todas estas estructuras de madera asomadas al enorme lago. Justo debajo se agrupaban los botes preparados para partir a alguna de las localidades en la otra orilla.
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1 Comentario
Muy bonita experincia, ese tipo de viajes son los que realmente valen la pena hacer, en compañia de tus amigos y disfrutar de la vida.
Saludos,
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